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lunes, 3 de diciembre de 2012

Las Hambres del Juego.



-Preparados, cabrones, el jefe nos va a dar todo lo que queramos si sale bien – dice “El Capi” mientras yo veo hacia afuera por la ventana del auto rojo de mi camarada, la ciudad de los palacios se alza ante mí como una metrópoli inmensa en la que todas las personas viven en un mundo paralelo, caminan sin ver a nadie, apurados, ensimismados en sus propias ideas y lo que ellos consideran el conocimiento, deleznable. Nadie sospecha de un inocente automóvil de cuatro puertas, atorado en el tráfico a veces, corriendo a más de ochenta cuando da la avenida, sólo somos un punto rojo moviéndose en un mapa lleno de colores, somos una hormiga pequeña en un jardín.
Pasamos frente a la cancha de futbol Valentín Gómez Farías, un llano lleno de polvo, con gradas con capacidad para doscientos espectadores, pedazos de pasto incrustados más por la fuerza que por que ahí quisiera algo verde existir, dos porterías sin red, y un par de balones ponchados, para recordar que las ilusiones se ponchan, y se ponchan muy fácil. Yo así comencé mi historia, la serie de circunstancias que me pusieron este día, en este carro, con estas cuatro personas.

En mi casa éramos tan pobres que no podíamos ni dar las gracias, yo y mis tres hermanos tuvimos que trabajar desde los diez años para solventar los gastos que le causábamos a nuestros padres. Yo vendí chicles en un crucero transitado, también limpié vidrios y hasta la hice de payaso, con todo y mis nalgotas. Acabé la primaria y me metí a la fábrica de loza de mi madre, ahí cargaba cosas, llevaba mensajes y conocí a mi amigo el balón, un regalo del tío Lalo que no pude usar por que no había con quien, las calles eran muy inseguras y corría la leyenda de un hombre con costal que se llevaba a los niños malos en bolsas para nunca regresarlos. Pero en la fábrica me permitieron jugar, jugaba con niños y adultos más grandes que yo, pero yo aguantaba los madrazos como todo un hombrecito. Cada vez que alguien me pateaba, yo me levantaba de inmediato y seguía corriendo, aprendieron que patearme no servía de nada, por que nunca mostraba dolor, sólo un dejo de rencor que me obligaba a humillar a mi agresor. Me gané su respeto y admiración, tanto así que, al cabo de dos años, el jefe de la fábrica, El Señor Villalpando, me recomendó con sus amigos para que hiciera pruebas en un equipo profesional.
La cancha en la que me probé con otros tantos muchachos era igual a la Valentín Gómez Farías, ahí corrí, volé, finté y disparé como pocos, siempre recargado de lado derecho para hacer diagonales y meter asistencias, o disparar a puerta con un zurdazo tremendo, un extremo hecho y derecho. Los entrenadores decidieron darme una oportunidad en la filial del Atlético Lobos Negros, uno de los equipos más grandes de mi ciudad, militante de la segunda división. Ahí me encontré con viejos ídolos del futbol El Matón Pérez, La Rata Castro, El Pelón García y hasta Germán Matusalén Aguirre. Yo, un escuincle de apenas catorce años codeándome con ellos, viéndolos llegar en carros último modelo, con cada forro de mujer que me hacía envidiarlos. Era la vida que yo quería, y que estaba dispuesto a tener.

-Llegamos justo a tiempo para cazar al bastardo, después de esto el jefe me va a creer que soy chingón – dice “El Mezcal”, nuestro copiloto, mientras abrimos las puertas del carro rojo, cinco hombres con ropas oscuras, zapatos cómodos para poder correr si era necesario y una fusca cada uno, nunca se sabe cuando se armarán los plomazos en estos barrios bajos.

Mezcal y yo nos conocimos en Atlético Lobos Negros, él es tres años mayor que yo y llevó ese apodo por su fascinación por la bebida. Lo conocí antes de que debutara en el primer equipo, era como yo, un chico de arrabal, que había tenido que trabajar desde pequeño, que no tenía muchos lujos, pero quería construirle a su mamá una casa nueva, tampoco había acabado la secundaria, pero no la necesitaba, era muy listo y muy capaz. Un defensa central efectivo, alto, con visión de campo, fuerte y un poco sanguinario, que siempre se entregaba en la cancha, aún cuando llegaba crudo a algunos partidos. Nos hicimos amigos por que éramos de por la misma colonia, y luego practicábamos juntos, yo lo trataba de driblar y él me tenía que quitar la bola, era un juego muy bonito y con muchas risas, se convirtió rápido en el hermano mayor que no tuve.
Cuando cumplí dieciséis, me mandaron a debutar en la cancha contra los Zopilotes, lo hice bien, hice una asistencia en mi primer partido y robé algunos balones, recibí faltas fuertes pero aguante. Mi entrenador me felicitó y todo el equipo estuvo feliz conmigo. Llegué a mi casa para presumirles a mis hermanos y padres la noticia, y cual fue mi sorpresa al encontrar sólo a mi madre llorando desconsolada, golpeando la mesa con furia. Esa tarde mi papá se largó de la casa y se llevó a mis tres hermanos, dejando sola a mi madre, ella me dijo cosas sobre odio y apatía que no pude comprender en ese momento, y que aún ahora me cuesta trabajo entender.
Seguí jugando, y me hice una de las estrellas del equipo, con eso pagaba las deudas y otras cosas para mi madre, ella y yo nos unimos más y desde entonces siempre fue a mis partidos, y todos los goles se los dedicaba a ella.
Un día el dueño del equipo Don Ángel me habló para decirme que me buscaban unos hombres de la primera división, me dijo que lo pensara bien y me consiguió un representante, me habló de las mafias y de siempre rechazar la primera propuesta, pues ellos podían ofrecer siempre más, me dijo que se ahogaban en dinero y decidí hacerle caso. Me entrevisté con un representante del Club Europa, me ofrecieron varios miles de pesos, cuando vi el cheque casi se me salen los ojos, nunca toda mi familia junta había ganado ese dinero, pero rechacé la oferta, ellos se vieron en la necesidad de hablar con mi nuevo representante, quien dijo que podían ofrecer más, el hombre del Club Europa puso mala cara y cambió un dos por un seis al inicio de la cifra, y creo que todos quedaron contentos.
Me hicieron una fiesta de despedida con Mezcal, mezcal, tequila y otras sustancias blancas que sólo recuerdo me hicieron perderme por mucho rato. Mis amigos me cuidaron esa noche y me recomendaron acostumbrarme pues el mundo de primera estaría lleno de todas esas blancas glorias.

-Con esto sí tengo para que todo el mes la Rosa viva bien – dice “Rafita” mientras El Capi patea la puerta de una casa azul, grita buscando a unos tales Pericos, pero no escucha respuesta, repite la pregunta y nada, aunque un ruido en la cocina lo hace voltear, todos nos dirigimos hacía allá y se nos recibe con balazos, no alcanzan a darme,  pero noto que alguien grita de dolor, no lo reconozco entre la oscuridad, escucho como atronadores balazos rugen de mi lado de la línea de fuego, prendo la luz de la cocina y por fin veo claro qué pasa.

En el Club Europa me volví a juntar con grandes figuras del futbol, yo un miserable niño de barrio jugando en uno de los estadios más emblemáticos del mundo, piso el césped que alguna vez D10S utilizó para escribir el poema futbolístico más bello jamás escrito. Tiro hacia la misma portería que Un Rey inmortalizó con un cabezazo. Mis pies recorren la cancha donde se jugó el mejor partido de todos los tiempos y los espíritus de aquella volea desde fuera del área que nos dio como país nuestro máximo avance en mundiales me recorren y susurran en mi oído.
Hubo fiestas, y muchos goles, nos metimos en la liguilla en cuatro de seis torneos, en ninguno campeonamos, pero sí perdimos una final dolorosísima contra el rival odiado, Las Vacas de Occidente. Yo siempre lo dí todo, pero algunas veces la frustración me ganaba, fui regañado y separado del club varias veces por no estar de acuerdo con el técnico, pero a veces sí se pasaba de pendejo con sus formaciones, con su obstinación en defender el golecito. ¡Carajo! Que es futbol y yo soy delantero, me gusta driblar, para patear están los defensas, yo quiero correr y anotar, quiero despedazarlos mientras aún tengamos el cuchillo por el mango.
Aún así, la afición siempre me quiso, me pedían autógrafos, me dejaban puras chuladas en mis redes sociales, coreaban mi apodo, yo sabía que me adoraban, y por eso me mantuve ahí a pesar de ofertas de otros clubes norteños, yo era fiel a Club Europa. Además, me dieron mucho, le construí su casa a mi mamá, le puse su negocio de quesadillas, y le compré su carro, yo también me conseguí uno, una novia muy hermosa, artista de la televisión, de cuerpo divino y cara aceptable, tirársela era tirarse a las diosas.
Un día invité a mi mamá a pasear por la capital, comimos en uno de esos restaurantes caros, de los que te cobran hasta los cubiertos, fuimos a un cine con asientos de piel y cenamos tacos de suadero, de trompa y al pastor, una recomendación de mi madre para nunca perder la humildad, recordar que lo más sabroso no es necesariamente lo más caro. Llegamos a la casa y ahí estaba mi padre, junto a uno de mis hermanos, me habían visto en la tele y querían disculparse por haber escapado así como así, dijo que no lo volvería a hacer y yo no pude creerle, el olor a alcohol que invadía su cuerpo me hacía dudar, no quería ni abrazarlo, le pedí que se fuera, y el me respondió que yo era un mal hijo y ojalá nunca se hubiera cogido a mi madre y nunca hubiera nacido, mi madre respondió, se quisieron pegar y mi hermano y yo los separamos, yo le dije que no era mi padre, pero que mis hermanos, cuando quisieran, fueran a verme. El mayor después de mí hizo caso y se fue a vivir conmigo a los pocos días, él y su novia, que estaba embarazada de seis meses. Yo tenía veintidós años y un futuro resuelto, era la promesa joven del futbol y algunos hombres en los clubes más grandes del mundo hablaban con el dueño del Club Europa para hacerse de mis servicios.
Todo el mundo me sonreía, la selección menor quería mis servicios, ganaba dinero por hacer lo mejor del mundo, tenía bien a mi madre, a mi novia y a mi hermano, era realidad el sueño de un niño que alguna vez agarró un balón.

-¡Le diste a mi hermano, hijo de la chingada, ahora sí ya te cargó la verga! – grita “El Pato” mientras dispara, Rafita está en el suelo, lleno de sangre, su posición es extraña, muy atípica, señal de que acaba de morir. El Capi se retuerce de dolor y se toma la pierna, yo corro detrás de Pato para que no le pase nada, veo un cuerpo desconocido tirado en el suelo, ensangrentado, corro y trato de eliminar todas las imágenes feas de mi cabeza, por fin encuentro a Pato, está en el cuarto de baño, apuntando con su pistola a la cabeza de algún pobre bastardo, el bastardo llora, su nariz hinchada me indica que es el Perico, sigue llorando, implora de rodillas, me voltea a ver y me pide que le ayude, que siempre fue mi fan, yo veo el dolor en sus ojos.
Dolor como el que yo sentí a mis veintitrés años, cuando con una barrida brava de Mezcal me rompió los meniscos de la rodilla izquierda, su expresión se parece a la que yo tuve ese día, el día en que lloré, y vi todo mi mundo irse al carajo. Lloré, me tiré al suelo, y el árbitro sólo marcó falta. Mi rodilla se dobló completamente para atrás y no hubo amarilla para mi agresor. Mi carrera como futbolista se había truncado de repente, y nadie bajó a ayudarme, ni mi padre, ni el técnico, ni los visores de otro continente ni el dueño del Club Europa, ni Mezcal. Él sólo me dijo que había sido legal, que había llegado primero al balón y luego me chocó por accidente, yo traté de creerle, pero algo dentro de mí, sobre todo dentro de él me hizo creer lo contrario.
¿Por qué debería ayudarle yo al Perico? ¿Por qué yo sí debía ser diferente cuando el mundo del futbol al que le dí tanto no me dio nada? A mí, me mandaron con un doctor inepto que me lesionó más en vez de curarme, me dejaron de pagar, me despidieron del club pasándose por los huevos los acuerdos que firmamos antes, me dejaron a mi suerte, se deslindaron, buscaron otra estrella, otro gran extremo, contrataron a Mezcal, hasta que este se retiró por problemas de alcoholismo.
¿Por qué yo sí debo aceptar su llanto y darle una segunda oportunidad a alguien, si yo mismo no la tuve? ¿Por qué él merecía una oportunidad más que yo? Yo tuve que renunciar a mi novia hermosa que me dejó por otra estrellita de televisión, a mi carro, a mi casa, al cariño de mi hermano. Regresé a la vida normal, trabajando en el puesto de quesadillas de mi madre, viendo en la tele partidos del Club Europa y dando unos cuantos autógrafos. Yo vi a mi madre enfermar de cáncer en los riñones, yo la vi caer y yo fui quien le prometió que le pagaría las radioterapias y las quimios, no él.
-¿Por qué yo tendría piedad de ti? ¿Por qué tus lágrimas valen más que las mías que lo tuve todo y se me fue al carajo? Yo no responderé a tus lágrimas, como nadie respondió a las mías – entra Mezcal en la habitación, nos dice que el Capi estaba malherido y que había escuchado sirenas cerca de ahí –. Estás solo como yo lo estuve, tú no me apoyaste, ni tú – ahora dirijo mi pistola a la cabeza de Mezcal, el hijo de puta que se llevó mi vida cuando éramos amigos. Pato trata de calmarme, mientras el Perico sigue llorando.

Yo conocí a Pato un día en el puesto de quesadillas de mi madre, era amigo de mi hermano, un licenciado en Letras por la Universidad Nacional, no había encontrado de qué trabajar, a pesar de ser más listo que cualquier ser humano que yo conociera, me ofreció unos cuantos trabajos, todos eran de entregar y recoger dinero y mercancía en barrios bajos, él y su hermano Rafita siempre fueron los líderes de nuestro grupo. Era tan listo que decía que un hombre no necesita conocer el hambre para saber que duele, pero que conocer ese dolor te hacía nunca querer volver a sentirlo, y hacer cualquier cosa para alejarlo. Por eso trabajábamos todos, no por que nos faltara alimento, gracias a Dios siempre lo tuvimos, era el miedo a sentirse sin nada, a sentirse mediocre y falto de lujos, de reconocimiento, de recursos, sentirse hambriento.
Un día nos ofreció un trabajo más extremo: llevarle al jefe al mismísimo Perico. Yo jalé a Mezcal y fuimos, yo no sabía que se pondría tan violento el asunto, yo no esperaba que nos emboscaran, o que la policía llegaría, yo no esperaba que mis recuerdos me traicionaran y me hicieran odiar a Mezcal, yo no esperaba disparar en su cabeza, ni esperaba que Rafita muriera, yo no esperaba la reacción de Pato, quien se echó a correr, dejándome a mí con un Perico lloroso, un Capi herido y un arma homicida en la mano, apuntando al infinito, igual que mi mirada. Yo no esperaba que el futbol me diera tanto, y que me quitara aún más, yo no esperaba que mi madre enfermara gravemente, yo no esperaba estar ahí.

-¿Es usted Adrián “La Maravilla” Parra que jugó en el Club Europa? – me pregunta un policía mientras entro a su patrulla. El operativo fue un éxito, lograron detener aún con vida a tres peligrosos narcotraficantes, además de matar a otros cinco, sin daños a las fuerzas policiales, diría al día siguiente el diario, seguramente.
-Sí.
-¿Me da su autógrafo? – accedo, le autografío la playera a un policía, sonrío, pensando que arriba, alguien se burla demasiado de mí y de mi hambre de éxito y que futbol dejaba algo bueno al final.
Pienso en mi madre y donde quiera que esté, espero que me perdone, tuve hambre, varias hambres, hambres que el juego me causó y no llenó.

martes, 9 de octubre de 2012

Jaques vs Jeques



Juan nació en Alicante, Abdullah nació en Doha. Juan siempre soñó con ser un futbolista profesional, Abdullah prefería jugar al banquero. Juan tuvo que trabajar desde niño para comer, Abdullah siempre tuvo a su disposición los manjares más ricos del Medio Oriente. Abdullah nació en una casa real, Juan lo hizo en una casa realmente pobre. Abdullah siempre ha tenido mucho cabello, Juan se queda más calvo cada día. Juan adora el ajedrez, Abdullah tiene fascinación por el dinero.
Dos entes dispares, unidos por alguna razón extraterrenal para darnos durante 37 jornadas la mejor competencia de la Liga 2011/2012. El último puesto de Champions.

Abdullah ben Nasser Al Thani fue concebido como parte de la realeza Qatarí, heredero de grandísimas fortunas y un poderoso apellido. Conocía el desierto y la arena, pero no tenía idea de lo que era pasar una noche a la intemperie. Tenía camellos a montones, pero nunca necesitó de uno para subsistir, sólo eran sus mascotas de lujo con las que a veces paseaba entre los plebeyos que hacían reverencia ante un Al Thani. Era un chico listo, despierto y apasionado, una buena combinación cuando además eres de la realeza.
Su amor por el futbol era algo difícil de explicar en un país tan ajeno a este deporte, pero él siempre veía los partidos de su amado Al Rayyan. Consciente de que la realeza y los deportes vulgares no se mezclaban, nunca intentó jugar al fútbol, a cambio, iba al palco privado del equipo cada dos semanas a apoyar, siempre enfundado en su camisa negra y roja. Tuvo que soportar por años ver al Al-Sadd levantar la copa una y otra vez, por lo mismo, disfrutó enormemente de cada una de las copas de sus amados leones.
Creció, aprendió, estudió como generar aún más dinero y se hizo de sus propios millones, su primer capricho fue un potro blanco, salvaje, hermoso, veloz como pocos, acostumbraba montarlo cinco veces a la semana. A éste caballo, llamado Luna por el gran brillo blanco que emitía en la oscuridad del desierto, le siguieron otros diez, y luego más de cincuenta, algunos los dejaba libres, otros los mantenía cerca, otros los regalaba a sus familiares, pero jamás abandonó a Luna, y el día que éste por la edad tuvo que decir adiós, lo enterró en la arena, y le mandó a hacer una estatua, la cual aún se conserva en el patio de una de sus decenas de casas por el mundo.
Adorador del futbol se hizo miembro honorario de sus amados leones, además de coleccionar carros caros y caballos, coleccionaba aficiones deportivas, un hombre plagado de éxito desde su nacimiento. Cuando se es jeque, es fácil tener éxito.

Juan Ignacio Martínez no tuvo tanta suerte a la hora de nacer, no le tocó ser parte de la familia real, ni hijo de grandes empresarios, en su familia no había futbolistas o artistas de abolengo, y por si fuera poco, era un Juan Martínez, nombre con el cual es difícil sobresalir. Tuvo que ir desde pequeño a la playa a venderles a los turistas algunas ediciones pasadas del diario de la Comunidad Valenciana, pulseras azulgranas y cerillas para las famosas Hogueras.
A sus quince años se dio cuenta de que no quería pasar toda su vida vendiendo cosas en la tienda de su padre, y en la escuela nunca destacó, así que optó por explotar lo que él consideraba su talento natural: el futbol. Soñaba con ser el Lateral izquierdo del Valencia y arrebatarle títulos al Madrid, al Barcelona y al Athletic. Todo esto nunca sucedió, pues sus habilidades en la cancha nunca fueron demasiado destacadas, los técnicos no apreciaban su visión de campo, su talento natural para robar el balón y su eficiente memoria para la táctica.
A los treinta años decidió ponerle fina su carrera llena de decepciones, donde nunca llegó a jugar en segunda división si quiera, su adorado Valencia nunca lo volteó a ver, y pasó la mayor parte de su carrera con el equipo local de Alicante. Sus cualidades más grandes estaban en su cabeza, y pronto decidió hacerse técnico. Debutó, donde si no, en el Alicante FC, donde tampoco fue valorado ni exitoso. Probó suerte desde Torrevieja hasta Cartagena, incluso se probó con equipos de mujeres, sin llegar a cuajar nunca un resultado positivo, sin pasar de ser un entrenador mediocre y sin capacidad, su estrella estaba en su contra, JIM devaluaba su nombre con cada equipo que dirigía, se convertía rápidamente en el técnico maldecido a no poder ascender jamás a sus equipos.
Condenado a ser un simple “ajedrecero” que sabía mover las piezas y sabía para que servían,  hacía muchos jaques, pero era incapaz de elaborar un ataque eficiente que diera mate, una defensa impenetrable que hiciera al rival romperse la cabeza. Sólo sabía mover las piezas, no era un ajedrecista.

En 2009 Abdullah conducía su Ferrari nuevo, color blanco en honor a Luna, por una costa andaluza cuando vio un estadio que lo dejó impactado. La Rosaleda y su impactante arquitectura lo dejaron boquiabierto, una oda al buen gusto, una construcción sublime, plantada a pocos kilómetros de una costa con cristalino mar, el mar que tanto añoraba en su desértica casa de Qatar. Vio el estadio y de inmediato preguntó quien jugaba ahí, cuando le respondieron “El Málaga, sheik” Abdullah comenzó a reír, sorprendido por la ironía de ponerle a un equipo el mismo nombre que la ciudad.
De inmediato se puso en contacto con un tal Fernando Sanz, quien le prometió hablarle de regreso, la llamada tardó más de lo esperado, pero Abdullah tenía tiempo para esperar, unos cuantos procesos legales, otras cuantas cenas en lugares caros, un par de visitas al estadio y todo estaba cerrado, el hombre de Qatar se convertía en el primer jeque en poseer un equipo de futbol en la tierra de los toros y el flamenco. En la Andalucía que alguna vez dominaron los moros, ahora comenzaba su posible imperio deportivo un jeque musulmán.
Inició su gestión deportiva como empresario del Medio Oriente, negándose a aceptar negativas como respuestas. Compró a la joya más grande de Venezuela, a una eterna promesa argentina del Bayern” y a un arquitecto chileno de lujo, despreciado por los merengues, ideal para darle forma al proyecto y crear un equipo inolvidable. La primera temporada no fue nada extraordinario, el equipo caminaba y ya, sólo eso, no destacó, no impresionó a nadie, pero dio avisos de un gran potencial. Abdullah volvió a abrir la chequera, se puso una palomita en su vestuario y bajo la consigna de “Educación ciencia y cultura” se prepararon para una temporada inolvidable, no sin antes hacerse de los servicios de Van Gol, de un francés infalible con corazón de “Lyon”, y por si fuera poco, se compro a un Santo apellidado Cazorla. Todo en la mesa para una temporada fantástica, para competirles al Valencia, al Atlético, al Sevilla y al Athletic un puesto de Liga de Campeones, a ellos, y nada más. Cuando se es jeque, es fácil especular

Juan tomó un taxi en Cartagena con dirección al estadio Cartagonova, donde había tenido sus resultados menos malos, habló con el presidente del equipo y tomó su última oportunidad de brillar en el futbol, era con el Cartagena FC, un equipo de segunda división, un equipo nuevo, con afición leal, un equipo sin figuras, pero con corazón, un equipo casi invisible para un técnico más que invisible.
Convirtió al Cartagena en un gran contendiente de la segunda división, llevándolo casi al ascenso en su primer año, pero fallando de nuevo a la hora buena, Las estrellas recordaron quien era JIM. Tuvo otra temporada, se convirtió en el DT histórico del club, habiéndolo dirigido más veces que nadie. Y eso le valió para ser contratado en Primera. Fue un equipo valenciano de convocatoria, pero no fue su amado Valencia, si no el murciélago pequeño y granota. Sonrió al recordar las pulseras azulgranas que hacía de pequeño cuando el presidente del Levante UD le abrió las puertas para su primera función en Primera, con un equipo pequeño, muy pequeño, sencillo y humilde, un equipo nacido para ser de Segunda y que disfrutaba cada temporada en primera como un logro inaudito, y casi irrepetible, y tampoco estaban tan equivocados, ver al Levante en primera era un espectáculo difícil de presenciar en más de cien años.
Lo que le pidieron era una tarea por demás complicada, mantener al equipo en primera por más de dos temporadas seguidas, más si se toma en cuenta que las armas que tenía para hacerlo eran jugadores más cerca del geriátrico que de sus mejores épocas.
Encaró ese reto con una calma heredada por su padre, y con la mayor inteligencia posible, su equipo carecía de jugadores de menos de veinticinco, pero estaba lleno de corazón, de coraje y de experiencia. No había un Caicedo, pero había un Koné. Juan sacó su tablero de ajedrez, guardó un caballo negro en su bolsa izquierda como cábala  para la suerte y comenzó a dirigir al Levante, dispuesto a hacer historia de la buena, pero sobre todo, a demostrar que no era un simple movedor de piezas, quería demostrar que sabía hacer Jaques, y terminar con Mates.

JIM comenzó titubeante, como todos esperaban, nada fuera de lo normal hasta que pudo saborear el quitarle un triunfo cantado al Real Madrid, al poderoso equipo blanco cien veces más caro que el humilde Levante. El Ciutat de Valencia fue testigo de la prodigiosa hazaña, que dejó a todos llorando de la emoción, alegres y satisfechos, un poco ilusionados en que el descenso estaba lejos, nada los hubiera preparado para lo que sucedería mes y medio después.
El 23 de Octubre del 2011 pasó algo, quizá los astros se volvieron a juntar, o tal vez, un poco de suerte no le hace daño a nadie, posiblemente ese día la vida le regresó a Juan todo lo que le había quitado, o hasta puede que Juan Ignacio Martínez después de todo sí nació como un gran técnico, capaz de lo imposible. El caso es que al finalizar el partido en El Madrigal, el Levante estaba como líder en puntos, en solitario, por encima del Real Madrid multimillonario, El Barcelona mejor equipo del mundo, El equipo poderoso de la ciudad, y el “PetroMálaga”. Todos ellos viendo hacia arriba al poderoso Levante, líder provisional de la Liga. Algo jamás pensado, un equipo viejo y lleno de desechos de los demás equipos, un equipo que en segunda figuraba a medias, ahora en la punta de primera, rompiendo esquemas y riéndose en la cara de todos aquellos que nunca creyeron en su corazón y talento. No conforme JIM y su caballo negro bien guardado en la bolsa izquierda del pantalón, llevaron ese liderato invicto al Ciutat de Valencia, para presumirlo ante su público y engalanarlo con un regreso increíble en los últimos diez minutos.
23 puntos de 27 posibles, miles de sueños Levantinos hechos realidad. Abuelos, niños, padres e hijos, gente sabia y pregoneros se abrazaron esa semana, tuvieron toda una semana para presumir por la calle su súper liderato, sus sonrisas regresaron y el futbol vivió en Valencia un ensueño, no importaba perder el derby o tres en fila, Levante tenía una fiesta granota y grandota, una fiesta que jamás olvidarían y que si bien duró poco, será eterna en las memorias de quienes tuvieron la fortuna de verla.
JIM aprendió como usar a sus piezas de manera perfecta; Ghezzal, Iborra y Valdo como sus rápidos alfiles, creando diagonales implacables que desconcertaban a las defensas. Con contundentes torres en las figuras de Koné y Barkero, hechos para recorridos rápidos y para amenazar defensas a gran distancia. Con un hombre polivalente como Juanlu, que podía hacer de todo en el campo y moverse con la libertad de una reina. Sin olvidar jamás la fiabilidad y sorpresa de sus Caballos Ballesteros, Farinós y Venta sorpresivos en el gol, y armas defensivas de primera. Incluso con peones como Del Horno, Suárez y Serrano moviéndose poco, pero estorbando. Un gran equipo a pesar de que su rey, Munúa, a veces saliera de la zona y se arriesgara a ser cazado.
Pero lo más importante, siempre fueron los jaques asfixiantes de JIM, como obligaba al equipo contrario a cambiar su esquema ante las interminables amenazas de sus piezas, como los mantenía en vilo, como su defensa impenetrable obligaba a descuidar la parte trasera a sus contrincantes, haciéndolos presa fácil de alguna movida rápida y asesina, un jaque impedidor, que se convertía pronto en Mate.
Luego el Levante regresó un poco a su realidad, aunque no se resignó jamás, salvó el descenso con varias jornadas de anticipación y fue de los dos equipos de “la otra liga” que encaró al nuevo rico con gallardía, sin sucumbir ante la presión, no se sentían revelación, el Levante era la realidad, luchando con todo por un puesto de Campeones. Así hasta el final, en que sólo tres puntos separaron al Málaga de los Granotas, tres puntos que se perdieron alguna vez, en el Ciutat de Valencia, hasta el final en el que los petrodólares y la mala suerte vencieron al corazón infinito del Levante, o eso parecía.

Abdullah persiguió de cerca al eterno tercero Valencia, sin tener cuidado en el otro equipo de la ciudad, al otro equipo azulgrana, hasta que éste equipo sorprendió a medio mundo quedándose con la punta impensada, algo que ni todos sus millones de jeque pudieron comprar. Peor aún, a media temporada él estaba en el limbo de la media tabla mientras ese insolente equipo de viejos y de pocos millones de euros se mantenía en Europa, ese equipo imitación del Barcelona que los había derrotado hace tiempo, Abdullah se lo tomó personal y comenzó a exigir resultados, sobrecargó a sus jugadores y los hizo mejores. Los convirtió en poderosas máquinas implacables, peleando codo a codo con el equipo pobre del Levante, uno perdía, el otro también, uno goleaba y el otro hacía lo propio, parecían espejo uno del otro, ambos babeando y peleando por un codiciado puesto en Champions.
Su Málaga hizo apenas lo necesario para ir a repesca de su adorada orejona, sin usar a su delantero holandés pero haciendo a un súper Santi, La campaña histórica del Málaga se había producido, entraban por primera vez a la Liga de Campeones y la sonrisa de Abdullah lo decía todo. Se volvieron la nueva arma del futbol español, la sensación, el equipo humilde convertido en grande que le daba a su afición una gran alegría. El jeque demostró que el dinero en el deporte, ayuda bastante. Cuando se es jeque, es fácil ganarle a los pobres.

Al final de 37 jornadas de maravilla para JIM, parecía que su sueño se rompía, la magia gitana que brilló en la semana que fueron líderes parecía cobrarle ahora intereses elevadísimos a un Levante que no lo merecía. Derrotas increíbles, empates inmerecidos, goles imaginarios de los rivales, penales inventados, fueras de lugar inexistentes y postes que parecían moverse condenaban a la mejor temporada en la historia Granota a terminar sin la cereza de la clasificación europea, se estaba lejos de la Champions, muy lejos, pero aún era posible, de menos, una Liga Europea. Y entonces volvió la magia de Juan, recordó su buena estrella recién heredada y se olvidó de maldiciones, de hechizos gitanos o de ser un Juan Martínez, tomó el mando de un equipo que vive cada año en Primera una temporada histórica, por que en el Levante UD no existen campañas gloriosas o recuerdos infinitos, ahí existe el presente, el presente es la época de oro para un equipo que carece de glorias pasadas o de mucha perspectiva de futuro. Cada día es un día más de gloria para el Levante, y Juan se los recordó, se olvidaron de presiones y volvieron a jugar como aquel 23 de Octubre, antes que la presión y la prensa los devorara, aplastaron a un histórico Athletic y consiguieron una campaña de primera, y no sólo eso, consiguieron una campaña de fantasía Europea. Aprendió a mover sus piezas y el futbol y el ajedrez por fin lo reconocieron, genio de la dirección técnica, un gran Ajedrecista.

Ahora comenzó una nueva temporada, con victoria de los ricos, quienes parecen encaminarse a otra temporada más allá de lo natural, una gran campaña con puestos de Liga de Campeones patrocinados por el arquitecto y por Abdullah, aunque sea a la distancia..
Por otro lado, el equipo Levantino, de la mano de JIM, tiene muy difícil la misión de repetir su campaña europea, si vuelven a salvar el descenso habrán hecho demasiado y Juanito Ignacio merecerá una estatua afuera del estadio del Levante, por ser el héroe más destacado de su larga pero trágica historia, sobre todo ahora que su equipo fue desmantelado de nuevo. Ya no tiene a un par de alfiles, se le fue un caballo y le cambiaron unos peones, además de su gran torre Koné. Pero el Levante no se rinde, y el Ciutat de Valencia sigue siendo un campo intratable, donde nadie ha ganado aún y el Atlético apenas rescató un puntito, el tablero de ajedrez más grande que ha tenido Juan, ahí intercambia a Ghezzal por Ríos, a Valdo por Gekas. Tiene nuevos caballos, cumplidores y hasta más rápidos, son Pape Diop y Míchel. Sus nuevos peones, Lell y Dudka, igual no se moverán mucho, pero son una amenaza constante y se escalonan como pocos. La reina Juanlu sigue ahí y el Rey Munúa ya es más precavido. La mejor pieza nueva es la Torre Martins, que pronto ha dejado atrás la sombra de Koné.
Tres puntos después de todo no son tantos, menos en Europa, porque mientras uno se enfrenta a lo que queda de un alguna vez gigante de Europa, a un gigante de un país pequeño y a otro nuevo rico encabezado por Hulk, el otro pelea con la sensación de la Eredivisie, un eterno de la Bundesliga y un equipo querido en Suecia. Grupos semejantes para equipos dispares, pero con calidad de sobra. El Málaga tiene la oportunidad de enfrentarse a la Juve, al Bayern y al Manchester. Pero el Levante se puede enfrenar al Inter, al Liverpool o al Lyon.
Abdullah es un jeque que hizo exitoso a su equipo a billetazos, mientras que Juan es un hombre común, con habilidad para el ajedrez, que hizo a su equipo un inolvidable a punta de gran juego, gran futbol y un coraje que no se acaba nunca. Uno compró a un grandioso “PetroMálaga” mientras que otro inventó al inolvidable “Euro Levante.”

A Juan le gusta el Ajedrez y sigue siendo un gran ajedrecista, además ser ya legendario en Levante, Abdullah sigue siendo un jeque. Cuando se es jeque, es difícil ser una leyenda deportiva.

domingo, 29 de mayo de 2011

Un Centímetro

-¿Qué tengo? – le preguntó angustiado Marco al doctor, quien sólo lo ignoró y entró a su despacho.
Un centímetro lo cambia todo, y nadie mejor que Marco para decirlo. Él, el chico que toda su vida había corrido, quien veía en la velocidad una fuga de escape ante la realidad, el mismo que se ufanaba de sus piernas superveloces y su toque endiablado. Él ahora renqueaba para llegar al doctor de la esquina de su cuadra.
Ese día Marco salió corriendo, más por obligación que por verdadero gusto, corría antes que su madre lo regresara a hacer las labores domésticas. Si hubiera sabido que un centímetro definiría su vida, tal vez hubiera corrido por otro lado, quizá hasta hubiera lavado los trastes.
-¿Es grave? – preguntó recibiendo de nuevo una mirada fría por parte del Doctor.
¿Qué le diría a sus compañeros de equipo? ¿Cómo podría desequilibrar el juego con una pierna menos? ¿Quién manejaría los hilos de su equipo? El equipo siempre fue lo más importante, no tenía otra vocación, nada lo motivaba más que jugar, el poner centros, los grandiosos desbordes, la recuperación, las entradas fuertes pero al puro balón, el sabor de los goles, la satisfacción de las copas.
¿Qué pasaría con todo eso? ¿Tan fácil se iría? ¿Sólo un tropezón a media calle y adiós al mundo de sueños que creo, adiós a su gran pasión? Reflexionó sobre su vida, una vida sin la grandiosa posibilidad de correr no le parecía una vida que se mereciera vivir, nunca una existencia satisfactoria podría estar limitada a caminar o caminar. Nunca había visualizado su vida sin correr, ya sea tras un balón, tras su novia, tras sus hijos, tras el viento, correr lo era todo, correr lo es todo.
Desde niño había sido su orgullo, sus piernas más rápidas que las de los demás, su agilidad, su elasticidad, esa capacidad de arrancarse en menos de un segundo y seguir a toda velocidad, así escapaba de los matones que lo atosigaban, así salvó a sus amigos de los mismos, así se largaba cuando sus padres peleaban. Un día tomó un balón y decidió jugar con él, hacerlo su amigo, vio que su velocidad y su talento mezclados se convirtieron rápidamente en  una gran combinación, con la que era capaz de deshacer defensas, y cumplir muchos sueños de muchos aficionados a sus equipos.
-¿Es Grave? – la misma respuesta nula.
Tal vez no sería tan malo, quizá podría dedicarse a escribir, también tenía talento para hacer historias y le gustaba leer. Le dirían Dr. House por un tiempo y seguramente tendría un bastón, podría contarles cuentos a sus niños y hacer muchos detalles para su esposa.
De haber sabido que su fémur se fisuraría, hubiera levantado más su pierna derecha, sólo un centímetro hacia arriba y las dos piernas se moverían a la par, no hubiera chocado contra la jardinera.
-¿Ya me puede decir que tengo? – el doctor lo miró con cara de “ya-cállate-maldito-mocoso” y se marchó.
¿Y si no fuera tan grave? Sólo había pasado una semana y ya sentía una leve mejoría, obviamente no podía doblarla entera, pero hacía algo muy parecido; seguía doliendo, pero el dolor era menor. Quizá estaba exagerando, quizá sólo fuera cosa de unas semanas, un golpe divertido y ya. Seguramente era eso, un golpecito, podría regresar a jugar en poco tiempo, no es como si su vida se hubiera acabado para siempre…
¿Y si sí? ¿Qué Seguía? ¿Cómo Seguir viviendo tras esto? ¿Qué clase de broma fatal del destino era esa que no le permitiría correr por elo resto de su vida?
Una lágrima negra bajó por su mejilla, mientras el doctor decía ve nada más que niñería, él vió un poco más.
-Tranquilo hijo, es una contractura muscular, tuviste suerte, sólo tienes que ir a rehabilitación por unos días y usar esta pomada en la pierna. Nada grave, pero cuídate más.
Marco se alegró de la noticia, se vio a si mismo corriendo. Sólo una contractura, nada en el mundo puede sonar más dulce.