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domingo, 29 de mayo de 2011

Un Centímetro

-¿Qué tengo? – le preguntó angustiado Marco al doctor, quien sólo lo ignoró y entró a su despacho.
Un centímetro lo cambia todo, y nadie mejor que Marco para decirlo. Él, el chico que toda su vida había corrido, quien veía en la velocidad una fuga de escape ante la realidad, el mismo que se ufanaba de sus piernas superveloces y su toque endiablado. Él ahora renqueaba para llegar al doctor de la esquina de su cuadra.
Ese día Marco salió corriendo, más por obligación que por verdadero gusto, corría antes que su madre lo regresara a hacer las labores domésticas. Si hubiera sabido que un centímetro definiría su vida, tal vez hubiera corrido por otro lado, quizá hasta hubiera lavado los trastes.
-¿Es grave? – preguntó recibiendo de nuevo una mirada fría por parte del Doctor.
¿Qué le diría a sus compañeros de equipo? ¿Cómo podría desequilibrar el juego con una pierna menos? ¿Quién manejaría los hilos de su equipo? El equipo siempre fue lo más importante, no tenía otra vocación, nada lo motivaba más que jugar, el poner centros, los grandiosos desbordes, la recuperación, las entradas fuertes pero al puro balón, el sabor de los goles, la satisfacción de las copas.
¿Qué pasaría con todo eso? ¿Tan fácil se iría? ¿Sólo un tropezón a media calle y adiós al mundo de sueños que creo, adiós a su gran pasión? Reflexionó sobre su vida, una vida sin la grandiosa posibilidad de correr no le parecía una vida que se mereciera vivir, nunca una existencia satisfactoria podría estar limitada a caminar o caminar. Nunca había visualizado su vida sin correr, ya sea tras un balón, tras su novia, tras sus hijos, tras el viento, correr lo era todo, correr lo es todo.
Desde niño había sido su orgullo, sus piernas más rápidas que las de los demás, su agilidad, su elasticidad, esa capacidad de arrancarse en menos de un segundo y seguir a toda velocidad, así escapaba de los matones que lo atosigaban, así salvó a sus amigos de los mismos, así se largaba cuando sus padres peleaban. Un día tomó un balón y decidió jugar con él, hacerlo su amigo, vio que su velocidad y su talento mezclados se convirtieron rápidamente en  una gran combinación, con la que era capaz de deshacer defensas, y cumplir muchos sueños de muchos aficionados a sus equipos.
-¿Es Grave? – la misma respuesta nula.
Tal vez no sería tan malo, quizá podría dedicarse a escribir, también tenía talento para hacer historias y le gustaba leer. Le dirían Dr. House por un tiempo y seguramente tendría un bastón, podría contarles cuentos a sus niños y hacer muchos detalles para su esposa.
De haber sabido que su fémur se fisuraría, hubiera levantado más su pierna derecha, sólo un centímetro hacia arriba y las dos piernas se moverían a la par, no hubiera chocado contra la jardinera.
-¿Ya me puede decir que tengo? – el doctor lo miró con cara de “ya-cállate-maldito-mocoso” y se marchó.
¿Y si no fuera tan grave? Sólo había pasado una semana y ya sentía una leve mejoría, obviamente no podía doblarla entera, pero hacía algo muy parecido; seguía doliendo, pero el dolor era menor. Quizá estaba exagerando, quizá sólo fuera cosa de unas semanas, un golpe divertido y ya. Seguramente era eso, un golpecito, podría regresar a jugar en poco tiempo, no es como si su vida se hubiera acabado para siempre…
¿Y si sí? ¿Qué Seguía? ¿Cómo Seguir viviendo tras esto? ¿Qué clase de broma fatal del destino era esa que no le permitiría correr por elo resto de su vida?
Una lágrima negra bajó por su mejilla, mientras el doctor decía ve nada más que niñería, él vió un poco más.
-Tranquilo hijo, es una contractura muscular, tuviste suerte, sólo tienes que ir a rehabilitación por unos días y usar esta pomada en la pierna. Nada grave, pero cuídate más.
Marco se alegró de la noticia, se vio a si mismo corriendo. Sólo una contractura, nada en el mundo puede sonar más dulce.