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jueves, 15 de agosto de 2013

¡Adelante Comandante!



(Transcripción de una carta encontrada en el estudio del “Coronel” Aureliano Santillán)

A mí amado comandante:
No sé si usted llegue a leer esta carta, pero si puede leerla significaría que yo ya he pasado a mejor vida. Le escribo lo que escribo a continuación por que considero necesario que usted sepa que aquí estamos de pie, contra viento y marea, contra todo pronóstico, peleando gallardos, tal cual como usted nos enseñó a pelear y a sufrir en nombre de un ideal.
Son tiempos distintos y difíciles para ser un revolucionario, ya todos nos conocen como “Canallas” pero usted eso ya lo debía de saber por sus contactos allá donde esté. Lo que también debe saber si le dieron el privilegio de una radio o un televisor es lo que hizo el bueno de Víctor V, ese mismo que hace unos años comenzó un viaje para conocerlo de frente. Víctor fue nuestro capitán por más años de los que cualquiera haya estado en el cargo, un cargo difícil con una misión utópica, hacer que este ejército joven, con fe santa y provinciano se enfrentara con todo el valor a los capitalinos opresores, poderosos, sistemáticos, agresivos, ahí donde están los académicos baratos que no saben ni dos líneas de Borges, los independentistas que necesitan al gobierno como un fénix al rojo fuego, y también en la capital están los millonarios que con el poder de su dinero hacen lo que quieren, incluso traen a la fuerza refuerzos desde el extranjero. No hubo día más feliz para mí que cuando esos ufanos millonarios sufrieron su soberbia… pero pronto llegaré a eso.
Perdone mi descaro, hasta ahora noto en mi escrito que no me he presentado, usted debe pensar que soy un traidor o un imbécil, preferiría siempre lo segundo, primero muerto antes que traicionarlo a usted, mi comandante. Yo soy el Coronel Aureliano Santillán, hijo de mi Padre, Manuel “El León” Santillán, eterno libertador y creyente fiel de usted. Mi padre murió acribillado en un callejón a manos de unos malditos policías. Mi madre me engendró en un mar de lágrimas junto al mar, a los diez años ella misma se ahogó en un mar salado de tantas lágrimas que ha llorado el pueblo por la partida de sus seres queridos. Papá Gabriel me adoptó y cada noche antes de dormir me contaba historias sobre mi padre, me decía lo que dijo el León. También él me hizo coronel, como aquel que esperaba frente al pelotón de fusilamiento. Ahora usted sabe quien soy, soy un libertario, un guerrero que escogió la bandera auriazul para defender sus ideales, los ideales que usted nos marcó, la libertad, el enfrentamiento al sistema, la comunidad por encima del individuo.
Pero ahora vamos a lo importante, a los avances hechos por la legión desde que usted emprendió aquel camino que todos debemos de caminar, todos los que nos enorgullecemos de ser coroneles, capitanes o comandantes. Durante la capitanía del bueno de Víctor ocurrieron cosas únicas, nuestra primera victoria histórica se dio bajo su mando.
Lo primero que hizo fue contratar al Feo, no crea que es una burla de mi parte, en serio era feo el pobre, era feo como robarse la matera de un inválido, pero vaya que tenía poder de convencimiento y conocía tácticas y técnicas que nos dejaron boquiabiertos, era lo que necesitábamos un hombre con ideas y estrategias nuevas. Llegó el momento esperado, la hora esperada, con el Feo a la cabeza nos alzamos en armas contra el ejército rojinegro, contra esos imbéciles que no reconocerían la revolución aunque esté frente a ellos, frente a esos zoquetes que le daban a nuestra ciudad mala fama por su enfermedad, más mental que corporal, esos rojinegros traían la lepra en el cerebro, sólo así se revelarían ante usted, mi comandante.
La batalla fue cruenta y cobró muchas vidas, entre ellas la de Casale, aquel viejo que siempre nos sirvió de talismán para ganar. Murió en paz, viéndonos triunfadores por primera vez desde que nos unimos a la revolución. El Viejo murió de un infarto, pero murió gritando ¡Viva la resistencia!. Murió viendo como el Almirante Poy armaba un ataque cuerpo a cuerpo contra el Teniente Fenoy, un ataque que fue decidido por una zambullida, una paloma lanzada al aire que terminó por doblegar a Fenoy y a los suyos. Ese fue un 19 de diciembre, fue Monumental y desde entonces hasta ahora todos los revolucionarios celebramos ese hecho gritando la victoria de Poy sobre Fenoy, cada año, cabalmente nos juntamos, nunca he faltado. Después de la inspiración de Poy, arrasar con los mártires en la batalla de Santa Fe fue pan comido.
Después de esa fecha mágica vinieron más batallas ganadas, aunque también hubo derrotas, y muchas. Víctor V seguía siendo el capitán, pero cambiamos de cabeza, el Feo se fue, el Maestro llegó y con eso vino la victoria mítica del 73, cuando el 29 de diciembre volvimos a conquistar la capital en la cara de todos los bonaerenses gallardos y en casita de los millonarios, la tomamos y ahí nos volvimos a consagrar, mientras esos gallinas lloraban amargamente. Ese día lo he leído tantas veces que para mí es como estar ahí.
Pero no todo ha sido alegría, créame que hemos sufrido también y de lo lindo, no sólo nuestro ejército particular, el ejército de la nación ha sido bastante golpeado, lo peor es que hubo proletarios que se dejaron vender por la oligarquía y la explotación. Una guerra de medios manipuló la verdad para que creyéramos que el ejército de Videla era el ejército del pueblo, pero no era así, él sólo contrato un ejército para hacernos creer que éramos victoriosos, pero esa no son las victorias a las que debemos perseguir siempre, eran victorias vacías, eran victorias tristes y grises, eran victorias sin victoria. El mejor comandante del mundo (después de usted) no quiso venir a esta tierra ciega que no notaba que había una guerra diferente que no se veía al aire. Videla mataba gente, pero siempre les hacía ver que se iba ganando, y algunos le creyeron, pero nosotros no, las madres del 5 de mayo tampoco, los verdaderos canallas sabíamos que nada bueno venía de la dictadura militar de Videla que nos engañaba… Poco después perdimos las Malvinas mientras creíamos que ganábamos.
Me quedan pocas energías para seguir con esta carta, sé que alguien me anda buscando, he escuchado que suenan las balas, y resisto como Victor Jara. Lejos quedó la éspoca del Matador, ya sabe el que con sus palabras mataba, el que le pedía a la Santa María de los Buenos Aires que todo estuviera mejor, el que luegi se convirtió en una leyenda Valenciana. Llegó el imperio de piratas, de los stereos, de los Millonarios. Incluso fuimos humillados en 2010, cuando luego de perder muchas batallas insignificantes, nos desestimaron, nuestros fusiles y nuestros recursos escasearon tanto que ya no podíamos pelear contra los ejércitos de primera clase y teníamos que hacerlo contra los de segunda, y así seguimos por tres años. Pero la alegría es que los millonarios también fueron humillados y pudimos luchar contra ellos.
Los caminos de la vida con son como lo pensábamos, pero a menos aún nos queda la clara, su entrañable transparencia, su bendita presencia ¡Comandante! Este año fue el despertar de nuestro ejército. Cambiamos de capitán y tuvimos al frente a un Ruso de doble seseo  Recuerdo sólo este año gigantescas batallas contra las tropas del Almirante Brown. Las victorias sobre el Pergamino que sacamos contra las huestes de Douglas Haig. Estuvimos en la boca del lobo platense y del lobo de Jujy. Incluso vimos la Lunita de Tucumán, que dolía menos cada día más. Sí el mismo Tucumán de la demencia regalo del Papá de aquel Joven que leía a Bukowski. A pesar de todas las batallas en las que conseguimos recursos suficientes para regresar a las batallas de primera, a pesar de todo, no fuimos tan alegres. Nustro Rosario se llenó de Leprosos, Gustavo siguió en coma y otro comandante murió. El Comandante Chávez se fue a reunirse con usted, mi comandante, pero aún nos queda su bendita presencia y el grito de guerra que permanece.
¡Rosario ha vuelto a primera! ¡Rosario es campeón de la B! ¡Estamos de regreso, Comandante “Ché” Guevara!

(En la casa del “Coronel” Aureliano Santillán, ubicada atrás de metro Rosario, se encontraron, entre otras cosas; kilos de antidepresivo, una edición a medias de Cien años de soledad, discos de los Fabulosos Cadillacs, de los Auténticos decadentes, de Tan Biónica, de Oscar Chávez, libros de cuentos de Fontanarrosa, revistas del partido comunista argentino, repeticiones de partidos de Rosario, pósters del ché Guevara, de Vicentico y de Rosario. Por último, una nota que rezaba “Soy hijo del león Santillán y de la revolución, es hora de unirme con mis padres. El reporte forense indicó suicidio).

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