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domingo, 2 de febrero de 2014

Peyton Está Feliz

Imagina que te levantas un día de tu  cómodo colchón, con toda la tranquilidad que puede existir dentro de tu ser, tus pies tocan el cálido piso alfombrado que pusiste recordando lo que tu madre alguna vez te dijo “Pey, si caminas sin zapatos te vas a enfermar y no te voy a dejar jugar”. Pero tú siempre has sido medio rebelde y te gusta caminar descalzo en tu casa, y por eso prefieres ponerle alfombra, por que aún en toda tu rebeldía, sabes que tu mamá tiene razón, y hace más frío en Denver y en Nueva York del que hace en Indianapolis y Lousiana.
Te miras en el espejo y notas que todo sigue ahí, tu cuerpo ancho y bastante inmóvil, tus brazos fuertes, tu nariz chata, tus ojos oscuros y fijos, tu cabello… bueno, tu cabello va desapareciendo cada día. Pero hay algo diferente, ya no estás en tu vieja casa de Louisiana con un patio enorme, mucho menos estás en la amable ciudad de Indiana que te adora y que te hace feliz. Ahora estás en Denver, o Nueva York, una ciudad nueva que te da cosas nuevas, ahora ya no usas azul, usas un extraño tono de naranja, igual a aquel que usabas en la universidad. Pero hay algo diferente en el espejo, al parecer comienzas a recordar… siempre es bueno recordar.
Recuerdas, por ejemplo, esos días en el patio de tu casa con tu hermano Cooper y su malvado amigo Richard, ambos jugando contra ti y derrotándote como es obvio, te recuerdas chillando, costumbre que nunca has perdido, por que te están jalando y te están tratando mal los niños de cinco años cuando tú tienes tres. Recuerdas el pan casero de mamá, su rica sopa de hongos y los inigualables macarrones con queso que se cocinaban los viernes. Recuerdas también ¿cómo olvidarlo? Los días en el Superdome, en el gimnasio, viendo como todos esos hombre grandotes hacían sus ejercicios y como tu papá siempre prefería jugar contigo y con tu hermano que con los otros señores de su edad. Tu papá era genial.
Recuerdas, por que es parte de tu vida, las cámaras que se presentaban cada mes en tu casa, como tu papá era entrevistado y como te hacían preguntas sobre quien era tu jugador favorito y tu equipo favorito, recuerdas responder Wes Chandler y ahora ríes por que sabes que Wes Chandler era muy bueno, pero no era un equipo. También es bueno que recuerdes las cámaras que llevaba siempre tu papá, esas cámaras que grabaron todos y cada uno de aquellos juegos injustos contra tu hermano y su amigo infernal de seis años, Richard… Gracias a Dios no se llamaba Tom, por que vivir hasta los treinta con un trauma así de grande no es de Dios.
Después es bueno recordar a tu hermano pequeño y su nacimiento, un evento aislado que recuerdas sólo por que sí. Entonces vienen esos años de infancia en la escuela, cuando tu papá te prohibía jugar americano en la escuela y sólo podías jugarlo con tu hermano Cooper en el patio, recuerdas a Elizabeth como una buena mujercita que jamás lloraba ni expresaba nada, guardiana de secretos e imán de hombres, así era ella, sólo que nació como hombre.
También recuerdas el uniforme negro de tu papá, ya tenías noción de lo que significaba ser hijo de Archie, un jugador decente en un equipo mediocre, un jugador que siempre corría por su vida, la estrella incandescente en el firmamento de Missisipi. Entonces recuerdas a todo el mundo queriendo estrechar su mano y como todos lo admiran, como todos te hablan de lo buen tipo que es tu papi, y tú te preguntas por qué, entonces lo ves jugar con hombres igual o más viejos que él, y aún así tiene algo de magia, la suficiente como para correr cincuenta yardas laterales para avanzar a su equipo… tres yardas. Pero eso no te importó ¿verdad? Tú querías ser él, por eso escuchabas sus grabaciones en la pequeña cassetera, por eso te emocionabas conociendo quienes y de dónde venían sus amigos de línea ofensiva, por eso entraste a la prepa, la misma que tu hermano mayor, querías ser como papá, así es como debe ser, todos a los catorce queremos ser como papá.
Y entonces vienen a tu mente ese par de años vestido de verde. Como le gritabas al coach que no sabía lo que hacía, tú siempre serías un coach en la cancha. Cooper era el 18 y recibía tus pases chuecos y precisos, en dos años acabaron con el mundo, en dos años tú y Cooper fueron la dupla heroica, todo marchaba sobre ruedas. Luego te acuerdas cuando Cooper entró a la misma escuela que mamá y papá, y se metió inmediatamente a jugar en el equipo de americano, todo iba bien, sólo dos años más tarde volverían a estar juntos.
Pero no todo fue tan bello, ¿recuerdas? Cooper tenía algo anormal, de repente le pegaban y no se levantaba, lo recuerdas vivamente y tus puños se cierran y tu mandíbula se aprieta, las lágrimas en los ojos de tu hermano te inundaban, a pesar de que parecía feliz, tú sabías lo mucho que sufría. En ese momento gritaste, despotricaste contra la vida y contra el mundo, lloraste y pensaste dejarlo, por que no tenía sentido, todo esto se acababa en cualquier momento y no querías sufrir eso. Pero luego, gracias a Dios, recapacitaste te diste cuenta que en lugar de frustración, debías tener orgullo, tú vivirías el sueño por los dos, tú serías la estrella por él y por ti, no podrías ser tan egoísta como para dejar este deporte que tanto te había dado y para descumplir los sueños que tu hermano Cooper y tú se hicieron, ambos prometieron jugar y ser los mejores, al menos tú deberías serlo, y eso hiciste, ¿no crees?
Luego fuiste controversial, te recuerdan como judas por preferir ese horrible tono naranja en lugar del también horrible tono negruzco con rojo con sabrá tu papá que otro color. Papá nunca se metió en tu decisión, te dio toda a libertad, él sólo quería verte feliz, él sólo quería que sonrieras cada día con amplio gesto. Y tú decidiste ser el héroe de los hombres naranjas de Tenesse y te convertirte en persona non grata en Missisipi. Incluso les ganaste a los de Ole en su casa, también viste como el trofeito bonito del jugadorcito se iba con un bándalo de apellido Woodson, y tus padres siempre estuvieron ahí, apoyándote, como lo merecías, como lo que Archie nunca tuvo.
Y llegó el gran día, entraste a la NFL por la puerta grande, al equipo de la herradura que acababa de mudarse, al equipo de Shula, Unitas y Faulk, ahí caíste tú, en la ciudad del motor y el maíz, un hombre pondría emparrillados en letras mayúsculas.
Fuiste tú, y eso lo recuerdas bien, quien comenzó a darle vida a ese estadio, con tus pases y tus anotaciones inspiraste a un estado a creer en eso del futbol americano, siempre a tope, siempre contra todo pronóstico, sólo necesitabas un poco de suerte, misma que tuviste casi desde el principio, ya en tu segundo año recibías rondas divisionales en playoffs, mismas que perdías contra los Titanes, luego tu equipo era irregular, pero tú seguías aportando las 4,000 yardas aéreas de rigor. Pero ahí comenzó la incertidumbre, destruías la temporada regular, pero tu brazo se achicaba en el momento importante, en los playoffs te convertías en un Ryan Leaf cualquiera, en enero no eras Peyton, eras Archie. Y luego empezaste a ganar
Y entonces llegó él, ¿verdad? ¿lo recuerdas? Exacto ÉL, ese idiota traga mocos de California, ese granjero que nadie quería, ese pobre diablo que no tenía un papi jugador de americano, que no tenía cuatro nominaciones al Heismann, que no tenía una familia de abolengo, ese tarado que ni siquiera tenía familia alrededor en sus partidos, ese maldito de los ojos helados y la sangre de hielo, ese desdichado que lloraba en el baño al imaginarse trabajando en algún despacho de contabilidad para alguien como tú., Tú fuiste reclutado por todas las universidades de desdichado país, tú fuiste primera ronda del Draft, ÉL estuvo a una decisión maestra de algún monje genio de quedarse a trabajar como tu contador. Ese cabrón no lanzó ni mil yardas y se llevó un super tazón antes que tú, ¿por qué? Sólo por que no lanzaba intercepciones, por que tenía a su favor la regla Tuck y por que cuando era más necesaria su calma, ejecutó como los dioses, y tú siempre te volvías loco. Ahora tu cara tiene odio, venganza, desprecio, dolor.
Por eso te desvivías por jugar contra él tu primera final de conferencia, pero te mandaron a la congeladora muy temprano, y veías como él, cagado de risa, se llevaba a casa su segundo Lamar Hunt y tú sólo podías odiarlo, y luego de nuevo te humilló, de nuevo en la tundra, y de nuevo alzó el Lombardi, y tú lloraste por que no podías creer que un pobre diablo sin nada más especial que una sangre de hielo y un liderazgo inusual tuviera al mundo a sus pies mientras tú te limitabas a hacer comerciales, ÉL se convirtió en todo tu rencor, todas tus ilusiones y las de Cooper se veían derretidas en las Terribles manos de Tom, y tú no podías aceptarlo. Aquel desalmado te estaba dejando en ridículo, como si no le importaran tus sentimientos, ÉL era un perro sediento de victoria demostrándole a los treinta equipos que no lo quisieron en el Draft que estaban equivocados y que tenían que cerrar su puta boca al hablar de quienes son los mejores.
Por eso ganarle fue tu momento de gloria, más de la forma en que le ganaste, le regresaste 18 puntos en su cara de niño bonito y luego dirigiste la última y definitiva serie. Pero le dejaste tiempo a ÉL, pecado mortal, no podías verlo, estabas más ansioso que un chihuahua en una carrera de Indy 500, no podías ver, sabías que ese don nadie haría algo magistral que te haría perder otra vez, ahora en tu casa, no querías ver esa derrota que te haría retirarte… Pero Marvin Jackson tenía otra cosa en mente, y entonces ganaste, le ganaste a él por una vez, fuiste mejor que él y por eso te ganaste el súper tazón. Recuerdas haber jugado contra alguien de Chicago, a lo mejor eran los osos, a saber, el caso es que le ganaste a ÉL y el anillo ya lo tenías.
Y luego volviste a ser tú, ya sabías como ganarle, pero ya no importaba nada más, incluso tu hermano le ganó a ÉL, y también se lesionó, luego te esforzaste y regresaste al Domingo grande, y tu papá tenía el alma dividida, por un lado su hijo mayor y por otro el equipo que le permitió darles todo a ti y a tu familia. Sabes que es imposible que lleguen otra vez hasta aquí, así que haces lo más fácil, intercepción en la última serie para acabar con el partido, tú ya tienes tu anillo, los santos también y todos dirán “Bueno, es clásico de Manning”
Pero aún quedan unos pocos recuerdos en tu cabeza, ahora los más dolorosos. Esa lesión en el cuello que te alejó cómo a tu hermano, tú creías que todo esto se había terminado, te sabías derrotado, colgaste el casco un año, con toda la decepción del mundo. Hablaste con el jefe de jefes, él te dijo que había un suertudo que les convenía más, te dijo que el futuro ya estaba ahí y que no eras más que un viejo obsoleto de colección, el pasado de la NFL, eso eras tú. Y tú lloraste, pero querías una revancha, la revancha del año, te fuiste con otros caballos, fuiste otro judas y ahora jugaste de nuevo de naranja, tu color favorito. Y ese año fue fantástico, ¿lo recuerdas? Excepto al final, cuando tu defensiva te hizo perder tu puesto en el súper tazón, pero no te molestaste, estabas tranquilo, regresaste a demostrar más tu talento y ahora tenías nuevos juguetitos, lo que siempre quisiste, a los mejores receptores para darte los mejores lujos, y así ganaste, rompiste todos los récords, impuestos por Tom, por Drew, por John, por Joe, por Johnny, nadie tuvo una temporada jamás tan buena como la tuya. La mejor de las temporadas de un mariscal de campo, así eres tú.
Te pones tus hombreras, luego tu casco y sonríes, recuerdas lo más cercano, vencerlo a ÉL y a los cargadores, una buena temporada culminada en el partido que todo niño quiere jugar, así estás tú, hoy, en Nueva York, entrenando sonríes recordando a tu papá, a tu mamá y a Cooper, a todos ellos sonriendo y diciéndote que eres el mejor, una nación naranja creyendo en ti, a una nación de seguidores que ahora le van a Broncos por ti. Así eres tú, Peyton, y lo sabes.

Te habla la derrota, tu amiga y mayor fan, pero también la que reconoce por todo lo que has pasado para llegar aquí, hemos estado juntos mucho tiempo, algunas veces me olvido de ti pero siempre tiendo a regresar, pero hoy te dejo sólo, tu estrella no tiene nada que ver, aquí te toca ganar, lo harás, lo harás, hijo mío, lo harás, por que te lo mereces, sonríes, Peyton, te veo feliz.

miércoles, 8 de enero de 2014

El Chico de Oro

“Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea; Has humillado a mis enemigos debajo de mí” Salmos 18:39

Nunca una mezcla tan sencilla de letras creo en los seres humanos una locura tan enfermiza, sangrienta, irreparable y satisfactoria como el fonema “ORO”. En español son solo dos “o” en los extremos y una “r” suave en medio, algo más fácil de pronunciar que “mamá”. En inglés la cosa no cambia tanto, “GOLD” incluso son menos sílabas.
Los europeos llegaron buscando el dorado y no el plateado, el diamantado, el sedado o el platinado. “El Dorado” La ciudad oculta hecha de oro, por que el Diamante será el mejor amigo de las mujeres, pero el oro va más allá.
¿Qué hace tan fantástico al oro? Es un gran conductor, es brillante, es usado en la mayoría de las monedas por que resiste la corrosión, los artesanos de las cavernas lo usaban por su resistencia y su brillo. Tal vez sea eso, el brillo amarillo del oro, un brillo que nos recuerda a nuestra estrella protectora, al sol amarillo que nos da vida, una vida placentera, que se liga a la tibieza, los colores cálidos son el rojo, el amarillo y el naranja, el oro es amarillo, el oro es cálido, el oro brilla, el oro es bienestar y poder, el oro es poder… el oro es poder, y eso lo sabía un muchacho que se tatuaría el salmo 18:39.
Años antes de que ninguno de nuestros bisabuelos naciera, este áureo metal causó una fiebre peor que la gripe aviar, la famosa fiebre del oro acabó con la cordura de cientos de trabajadores y los arrastró hacia la costa Oeste del continente, más cerca de Godzila y más alejados de los Hombres Lobo. Ahí, en California, se dio una de las mayores explotaciones de este material, principalmente en 1849, se llevaron más del elemento periódico número 79. Este año quedaría especialmente grabado en la memoria de los habitantes de San Francisco, y es aquí donde mi escrito toma forma de escrito de americano y no un curso de química e historia en línea.
La segunda guerra mundial acababa de terminar cuando el señor Morabito se dio cuenta de algo, faltaba un equipo profesional de cualquier deporte en la costa oeste, vacía de equipos grandes a nivel profesional. El futbol americano fue su primera y única opción, como los maricas de la NFL no lo dejaron, con sus cuates fundó una nueva liga, la AAFC, a los tres años ambas ligas estaban fusionadas y todos se llevaban bien.
El nombre del equipo reflejaba lo más importante en la mente del señor que fundó el equipo, Oro, el oro del dinero y del poder, el oro que abre cualquier puerta, el oro que enloquece, el oro que magnifica, el oro que da inmortalidad. Ponerle “los dorados” era muy fácil y poco simbólico, así que les puso los 49´s en honor a esa fiebre tan famosa, y créanme que al equipo no le faltaron razones para estar enfermo.
Crearon una legión de buenos Mariscales de campo, innovaron con la formación “escopeta” antes incluso que Montana llegara, pero siempre palidecían en los momentos importantes, cuando tenían que darlo todo por el dueño recién muerto y les ganaban los leones (¡Los Leones!), Cuando tocaba visitar Chicago a menos cuarenta grados, Green Bay a menos doscientos, o Minnesota a menos trescientos. Para acabarla, cuando les tocaba recibir, a los Vaqueros se les ocurría jugar con el Capitán América, a sí nomás no se puede.
Pero el oro es el metal preciado por excelencia, y como buena joya, necesita de un gran alfarero, de dedicación, de ser limpiada, pulida y armada con corazón, con calma, con talento, inspiración, y muchos huevos. Y si alguien tenía eso, ese alguien era Bill Walsh.
Todo se ha dicho de este hombre y su gran ofensiva de la costa Oeste, de cómo ensambló piezas para crear a una escuadra que deja como lelos a la gran mayoría de los equipos de la NFL. El hombre encontró una joya perdida en Notre Dame y la vistió de oro y cereza, reconoció en los ojos de Joe el hielo necesario para ejecutar la ofensiva más famosa de toda la historia. Despacio que tengo prisa, ofensiva de la costa oeste. Frío y mucho talento y dedicación hicieron a los 49´s algo más que un equipo animador, lo convirtieron en la leyenda que ahora todos conocemos.
“La Atrapada”, La Victoria ante el Teniente Dan en el Súper tazón XIX, la Humillación a Elway, El regreso fantástico contra los Bengalíes, la lesión de Montana bien cubierta por Steve Young, los seis pases de anotación de Young en un Súper tazón… Todo en menos de quince años, un equipo de leyenda.
Pero luego de eso se acabó la magia, se acabó el encanto. Todas esas son historias que me tocó ver en especiales de ESPN o de NFL Network, algunos los leí y otros los busqué en YouTube, por que durante años los de San Francisco jugaban mal una temporada y peor la otra. Opacados por Patriotas, Acereros, Potros, Santos y Empacadores
Yo conocí en vivo a los cuarentaynueves de Jeff García y de Alex Smith, los que perdían en Green Bay a menos cien grados, los que se colgaban del jersey de Jeremy Shockey para avanzar,  los arrollados por los Bucaneros (¡Los Bucaneros!), los del 2-14, los de Mike Nolan, los que no podían ganar la peor división de la NFL, los que eran arrastrados por Cardenales y Halcones Marinos, los de Mike Singletary y su ineptitud Ofensiva, los que perdieron contra los putos Gigantes en su propia casa, los que tenían que soportar la falta de corazón de Alex Smith, los que se humillaban debajo de sus enemigos… Hasta que llegó él.
Cómo el más grande de su época, vino de la banca en su segundoaño tras la lesión del hombre confiable. Igual que un chico Californiano, nadie sabía cómo se llamaba ni qué hacía. Igual que el 12, no ganó el partido que le tocó suplir a la estrella. Justo como el terrible Tom, llegó al súper tazón, a diferencia de ÉL, lo perdió.
Pero la grandeza de Colin Kaepernick no radica en su increíble historial de ganados y perdidos, ni en sus pases de cuarenta yardas a las manos de Vernon Davis, ni si quiera en las gorras que usa. Su grandeza está en que es de oro, igual que Montana y que Rice, por sus venas corre una clase de sangre áurea muy pero muy especial, la sangre de los verdaderos ganadores, de los que convierten en oro lo que tocan, sea una montaña o sea un balón de Americano. Tiene la capacidad de hacer posible lo imposible, de salir victorioso donde el mismo Steve Young caía derrotado. Donde Alex Smith lanzaba una intercepción, él corre para primero y Diez, donde Brodie se tragaba el balón, el da un pase a Crabtree, donde nadie tiene fe, él crea esperanza, donde se va la luz, él la prende.
Él hace que los enemigos se rindan ante él, se planta frente al mejor QB de la conferencia y le enseña a usar las piernas. Visita la casa de unos fieros halcones y deja a Tony González sin súper tazón, va perdiendo el juego más importante de su carrera y queda a punto de ganarlo. Todos lo critican y él responde corriendo, corriendo y corriendo. Y aún hay más, se ciñe su fuerza para la pelea y se mete a la Tundra a hacer algo que ni Joe pudo hacer, por que cuando Montana necesitaba a Rice, Kaepernick lo que necesita son sus dos piernas frescas. En la serie final, en la última oportunidad, con todo en contra, se escabulle entre cinco empacadores y corre más de diez yardas sin que nadie lo toque, besa su tatuaje y se gana un pasaje a Carolina con la misión de acabar con las Panteras. Seguramente saldrá victorioso y luego nos regalará un duelazo ante su archirival.
Cuando se retire lo hará con un anillo de campeón al menos, su estrella lo asegura, El Señor le dará la fuerza para acabar con sus enemigos y hacer que se rindan ante él. Su único problema actualmente es compartir la división con otro chico destinado a ganar, el enemigo vive en la misma división y durante años nos regalarán, tal vez, la mejor rivalidad de esta década, eso si Manning y Brady se retiran antes de 2015. Por que Kaepernick y Wilson fueron cortados casi por la misma tijera. Pero uno es de oro, y la única vez que aposté contra él perdí y aprendí mi lección, nunca ir contra la fuerza dorada de su espíritu, su fiebre de victoria, su equipo fantástico, el equipo que pierde el ST por primera vez en su historia y se levanta como si nada a dominar toda la conferencia.

El muchacho es oro y estará en el salón de la fama junto con otros cuatro QB de San Francisco, pero tan grande cómo él, sólo Joe Cool. Por que Joe hizo a los 49´s un equipo grande, Steve sólo continúo la inercia ganadora. Lo de Colin fue más allá, nos recordó quienes son los que humillan a sus enemigos en la Nacional, quienes son los chicos de Oro.

jueves, 10 de octubre de 2013

El Borde

¿Qué sensación es peor? ¿Esforzarte y dedicarte a algo totalmente y quedarte siempre a punto de conseguirlo? ¿Buscar obtener de nuevo la mayor de las glorias, que ya tuviste y luego perdiste? Es una pregunta aguda y que no es fácil de responder a la primera. Peter Camenzind sin duda diría que la primera es la peor sensación, Emil Sinclair siempre dirá que la segunda es más terrible. Para los románticos es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado, para los surrealistas la pérdida de algo es tan terrible que uno puede justificadamente disparar indiscriminadamente en una plaza pública. Dan Marino responde que la primera por que no conoce la segunda, Tom Brady responde que la segunda por que la primera le es más lejana.
Los Patriotas eran un equipo nacido para perder, un equipo que siempre encontraba la manera para hacer cosas ridículas y patéticas, el único equipo que hasta ganando perdía. La única vez que llegaron a la final de la conferencia, perdieron por paliza. Consiguieron en la primera ronda a un gran QB que les duró dos días. Llegaban a Playoffs y perdían en la primera ronda. Vencieron dramáticamente a los poderosos delfines de Marino en 1985 y accedieron a un Súper Tazón por primera vez en su historia, sólo para que los osos se limpiaran el pelaje con ellos. Esa derrota les dejó una resaca de once años sin competir en serio, hasta que Drew Bledsoe, Vinatieri y Bruschi quisieron ganar algo para el equipo maldito, llegaron al ST sólo para que Brett Favre tuviera un anillo en su mano. Lo peor era que hasta perdiendo perdía; cinco primeras selecciones de draft y ninguna llegó a Canton.
Y así fue por cuarenta muy largos años, hasta que se decidieron por secar las lágrimas de un chico que bailaba tambaleante al borde del llanto, viendo sus sueños romperse, y luego sólo dejaron que la magia apareciera. El equipo perdió a su jugador más querido y ganó al ídolo que revirtió su historia completa. Perdió el balón entre la nieve y ganó una “Tuck Rule”. Perdió a Tom Brady en la final y se ganó el pase al ST. Perdió una ventaja de catorce puntos y se ganó a un QB salón de la fama y un pateador que lo va a acompañar en el mismo salón.
Y así los Patriotas, Bill Belichick y Tom Brady se convirtieron en la dinastía de nuestra era, el equipo dominante e invencible que rompió tantos récords como equipo, metieron (meterán) más hombres al salón de la fama con esta camada de los que hay ahora del equipo. Eran el equipo destinado a romper con la liga y a hacer cosas jamás vistas, y las hicieron, pero no como a sus seguidores nos gusta.
Analicemos el caso de Tom Brady, ya que él es el Patriota principal, es un fiel reflejo de los Pats. En el colegial no hizo mucho, no se esperaba casi nada de él, si bien siempre ha sido más atractivo que el promedio, no tiene la belleza de un actor, o sea, que es sobresaliente, pero al borde de ser lo mejor. Llegó a la NFL sin reflectores encima y de inmediato consiguió un éxito, luego aprendió y consiguió otros dos, estaba más arriba que en la cima, todos querían ser Tom Brady, el hombre invencible y grandioso que siempre tenía el pase correcto… Nunca dejó de tener el pase más correcto, pero de una u otra manera el destino lo deja bailando en el borde. No al borde de ser un ganador, lo es y eso no tiene apelación, se queda al borde de ser el único mejor, el más ganador, el verdaderamente legendario.
Ha sido exitoso como ninguno en este siglo, parte indiscutible del debate para conocer al mejor Mariscal de campo de la década junto a Peyton Manning. Pero resulta que Manning tiene mejores números y es más reconocido por sus cambios en la línea. Entonces Brady presume los anillos, donde triplica los de Peyton y tiene más que nadie en los últimos años, pero hay otro QB con tres anillos e incluso hay dos que ya tienen cuatro. Entonces pone sobre la mesa sus 2 MVP´s del Super Tazón, pero su Némesis tiene los mismos y su Ídolo tiene uno más. Ahora el Terrible Tom se convierte en el primer jugador con dieciséis triunfos en temporada regular, y ve cómo el Lombardi de su temporada casi invicta se va para Nueva York. Ve como su Archirival (No confundir con su Némesis, aunque sean hermanos) rompe su marca de victorias consecutivas, aunque Tom le robó de sus cálidas manos el de más pases de anotación en una temporada. No conforme con esto, y viendo que ganar cuatro títulos de la NFL es más difícil que ganar “sólo” tres, Tom decide romper otros récords, ¿qué mejor que los tildados como “irrompibles”?, el chico de California se ríe de esa etiqueta en la cara de NFL Films. Sólo que ahora no se ríe sólo, esta vez no pelea ni contra su Ídolo ni contra su Archirival y menos contra la niña de su Némesis, compite contra un ejemplo de superación que vive en los pantanos, qué también son un ejemplo de superación, y resulta que a “Cara Cortada” Brees le da por ser más chingón para esto de romper récords cuando Brady también los persigue. Cuando Tom eclipsa las cinco mil ochenta y cuatro míticas yardas de Marino, Drew lo hace por más a las dos horas. Peor aún, cuando Brady rompe una marca más que legendaria impuesta por el General Unitas, que en paz descanse, de partidos consecutivos con pase de anotación, un récord que tardó como cincuenta años en caer, resulta que el Santo llega antes y le deja una carta de despedida junto a la imagen de San Marqués de Colston. Y cuando Brady tiene todo para romper ese récord y restregárselo en la cara a ese enano que sabe como joderle el protagonismo, a sus receptores no se les da la gana agarrar balones en la zona de anotación, no vaya a ser que se ensucie el uniforme. Al menos Brady tiene el récord de más pases sin intercepción (Inútil si en tu primer pase de postemporada te interceptan)
Brady está al borde de ser el más ganador, el más imponente, el más importante y el más legendario, sólo le falta un anillo, el mismo que se ha escabullido ya por nueve años, mismos que Brady se ha esforzado y ha trabajado por conseguir ese anillo que lo saqué de su letanía, le sacie su sed de victoria y gloria. Es peor la necesidad de recuperar tus mejores momentos.
Los Patriotas nacieron para perder y ahora que ganan se siente que falta ganar más, están al borde de ser el mejor equipo de todos los tiempos y sus aficionados se sentirán derrotados si esto no se consigue. Alguna vez dije que Brady y Belichick juntos volverían a ganar un Súper Tazón y lo sostengo, es un equipo que baila al borde del precipicio y siempre ha sido así, a la dupla B&B le gusta manejar resultados apretados y salir airosos en el último momento, perder para ganar con alguna milagrosa jugada. Sólo que hay dos problemas; últimamente se ha caído por el borde del precipicio en vez de ágilmente caer arriba, y a Brady no le acompaña el talento en el campo para arriesgarse a bailar.

Espero fielmente que, como aquella vez en la sala de espera del draft del 2000, Tom Brady baile en el borde de sus sueños y esta vez, como aquella, se quede encima del precipicio. 

jueves, 15 de agosto de 2013

¡Adelante Comandante!



(Transcripción de una carta encontrada en el estudio del “Coronel” Aureliano Santillán)

A mí amado comandante:
No sé si usted llegue a leer esta carta, pero si puede leerla significaría que yo ya he pasado a mejor vida. Le escribo lo que escribo a continuación por que considero necesario que usted sepa que aquí estamos de pie, contra viento y marea, contra todo pronóstico, peleando gallardos, tal cual como usted nos enseñó a pelear y a sufrir en nombre de un ideal.
Son tiempos distintos y difíciles para ser un revolucionario, ya todos nos conocen como “Canallas” pero usted eso ya lo debía de saber por sus contactos allá donde esté. Lo que también debe saber si le dieron el privilegio de una radio o un televisor es lo que hizo el bueno de Víctor V, ese mismo que hace unos años comenzó un viaje para conocerlo de frente. Víctor fue nuestro capitán por más años de los que cualquiera haya estado en el cargo, un cargo difícil con una misión utópica, hacer que este ejército joven, con fe santa y provinciano se enfrentara con todo el valor a los capitalinos opresores, poderosos, sistemáticos, agresivos, ahí donde están los académicos baratos que no saben ni dos líneas de Borges, los independentistas que necesitan al gobierno como un fénix al rojo fuego, y también en la capital están los millonarios que con el poder de su dinero hacen lo que quieren, incluso traen a la fuerza refuerzos desde el extranjero. No hubo día más feliz para mí que cuando esos ufanos millonarios sufrieron su soberbia… pero pronto llegaré a eso.
Perdone mi descaro, hasta ahora noto en mi escrito que no me he presentado, usted debe pensar que soy un traidor o un imbécil, preferiría siempre lo segundo, primero muerto antes que traicionarlo a usted, mi comandante. Yo soy el Coronel Aureliano Santillán, hijo de mi Padre, Manuel “El León” Santillán, eterno libertador y creyente fiel de usted. Mi padre murió acribillado en un callejón a manos de unos malditos policías. Mi madre me engendró en un mar de lágrimas junto al mar, a los diez años ella misma se ahogó en un mar salado de tantas lágrimas que ha llorado el pueblo por la partida de sus seres queridos. Papá Gabriel me adoptó y cada noche antes de dormir me contaba historias sobre mi padre, me decía lo que dijo el León. También él me hizo coronel, como aquel que esperaba frente al pelotón de fusilamiento. Ahora usted sabe quien soy, soy un libertario, un guerrero que escogió la bandera auriazul para defender sus ideales, los ideales que usted nos marcó, la libertad, el enfrentamiento al sistema, la comunidad por encima del individuo.
Pero ahora vamos a lo importante, a los avances hechos por la legión desde que usted emprendió aquel camino que todos debemos de caminar, todos los que nos enorgullecemos de ser coroneles, capitanes o comandantes. Durante la capitanía del bueno de Víctor ocurrieron cosas únicas, nuestra primera victoria histórica se dio bajo su mando.
Lo primero que hizo fue contratar al Feo, no crea que es una burla de mi parte, en serio era feo el pobre, era feo como robarse la matera de un inválido, pero vaya que tenía poder de convencimiento y conocía tácticas y técnicas que nos dejaron boquiabiertos, era lo que necesitábamos un hombre con ideas y estrategias nuevas. Llegó el momento esperado, la hora esperada, con el Feo a la cabeza nos alzamos en armas contra el ejército rojinegro, contra esos imbéciles que no reconocerían la revolución aunque esté frente a ellos, frente a esos zoquetes que le daban a nuestra ciudad mala fama por su enfermedad, más mental que corporal, esos rojinegros traían la lepra en el cerebro, sólo así se revelarían ante usted, mi comandante.
La batalla fue cruenta y cobró muchas vidas, entre ellas la de Casale, aquel viejo que siempre nos sirvió de talismán para ganar. Murió en paz, viéndonos triunfadores por primera vez desde que nos unimos a la revolución. El Viejo murió de un infarto, pero murió gritando ¡Viva la resistencia!. Murió viendo como el Almirante Poy armaba un ataque cuerpo a cuerpo contra el Teniente Fenoy, un ataque que fue decidido por una zambullida, una paloma lanzada al aire que terminó por doblegar a Fenoy y a los suyos. Ese fue un 19 de diciembre, fue Monumental y desde entonces hasta ahora todos los revolucionarios celebramos ese hecho gritando la victoria de Poy sobre Fenoy, cada año, cabalmente nos juntamos, nunca he faltado. Después de la inspiración de Poy, arrasar con los mártires en la batalla de Santa Fe fue pan comido.
Después de esa fecha mágica vinieron más batallas ganadas, aunque también hubo derrotas, y muchas. Víctor V seguía siendo el capitán, pero cambiamos de cabeza, el Feo se fue, el Maestro llegó y con eso vino la victoria mítica del 73, cuando el 29 de diciembre volvimos a conquistar la capital en la cara de todos los bonaerenses gallardos y en casita de los millonarios, la tomamos y ahí nos volvimos a consagrar, mientras esos gallinas lloraban amargamente. Ese día lo he leído tantas veces que para mí es como estar ahí.
Pero no todo ha sido alegría, créame que hemos sufrido también y de lo lindo, no sólo nuestro ejército particular, el ejército de la nación ha sido bastante golpeado, lo peor es que hubo proletarios que se dejaron vender por la oligarquía y la explotación. Una guerra de medios manipuló la verdad para que creyéramos que el ejército de Videla era el ejército del pueblo, pero no era así, él sólo contrato un ejército para hacernos creer que éramos victoriosos, pero esa no son las victorias a las que debemos perseguir siempre, eran victorias vacías, eran victorias tristes y grises, eran victorias sin victoria. El mejor comandante del mundo (después de usted) no quiso venir a esta tierra ciega que no notaba que había una guerra diferente que no se veía al aire. Videla mataba gente, pero siempre les hacía ver que se iba ganando, y algunos le creyeron, pero nosotros no, las madres del 5 de mayo tampoco, los verdaderos canallas sabíamos que nada bueno venía de la dictadura militar de Videla que nos engañaba… Poco después perdimos las Malvinas mientras creíamos que ganábamos.
Me quedan pocas energías para seguir con esta carta, sé que alguien me anda buscando, he escuchado que suenan las balas, y resisto como Victor Jara. Lejos quedó la éspoca del Matador, ya sabe el que con sus palabras mataba, el que le pedía a la Santa María de los Buenos Aires que todo estuviera mejor, el que luegi se convirtió en una leyenda Valenciana. Llegó el imperio de piratas, de los stereos, de los Millonarios. Incluso fuimos humillados en 2010, cuando luego de perder muchas batallas insignificantes, nos desestimaron, nuestros fusiles y nuestros recursos escasearon tanto que ya no podíamos pelear contra los ejércitos de primera clase y teníamos que hacerlo contra los de segunda, y así seguimos por tres años. Pero la alegría es que los millonarios también fueron humillados y pudimos luchar contra ellos.
Los caminos de la vida con son como lo pensábamos, pero a menos aún nos queda la clara, su entrañable transparencia, su bendita presencia ¡Comandante! Este año fue el despertar de nuestro ejército. Cambiamos de capitán y tuvimos al frente a un Ruso de doble seseo  Recuerdo sólo este año gigantescas batallas contra las tropas del Almirante Brown. Las victorias sobre el Pergamino que sacamos contra las huestes de Douglas Haig. Estuvimos en la boca del lobo platense y del lobo de Jujy. Incluso vimos la Lunita de Tucumán, que dolía menos cada día más. Sí el mismo Tucumán de la demencia regalo del Papá de aquel Joven que leía a Bukowski. A pesar de todas las batallas en las que conseguimos recursos suficientes para regresar a las batallas de primera, a pesar de todo, no fuimos tan alegres. Nustro Rosario se llenó de Leprosos, Gustavo siguió en coma y otro comandante murió. El Comandante Chávez se fue a reunirse con usted, mi comandante, pero aún nos queda su bendita presencia y el grito de guerra que permanece.
¡Rosario ha vuelto a primera! ¡Rosario es campeón de la B! ¡Estamos de regreso, Comandante “Ché” Guevara!

(En la casa del “Coronel” Aureliano Santillán, ubicada atrás de metro Rosario, se encontraron, entre otras cosas; kilos de antidepresivo, una edición a medias de Cien años de soledad, discos de los Fabulosos Cadillacs, de los Auténticos decadentes, de Tan Biónica, de Oscar Chávez, libros de cuentos de Fontanarrosa, revistas del partido comunista argentino, repeticiones de partidos de Rosario, pósters del ché Guevara, de Vicentico y de Rosario. Por último, una nota que rezaba “Soy hijo del león Santillán y de la revolución, es hora de unirme con mis padres. El reporte forense indicó suicidio).

lunes, 22 de abril de 2013

El Rey Luis



El nombre Luis es de origen germano y es una derivación de Ludovico, significa glorioso guerrero, una cualidad necesaria cuando quieres jugar, más que en otras posiciones, como apoyador central en cualquier equipo de la NFL.
Se necesita tener un espíritu guerrero para trabajar todos los días en la parte central del campo, para tener la mente siempre despierta para buscar una debilidad en el buque enemigo, que a veces parece impenetrable. Ser un capitán siempre representa una responsabilidad extra, pero además serlo cuando no sabes lo que planean los rivales y que tu equipo completo dependa de lo que opines que es correcto, esa es una loza pesada, la cual Ray Lewis viene cargado como nadie desde hace dieciséis años.
Ray creció, se enamoró, maduró, lastimó, aprendió y divirtió en Florida. Aprendió a jugar americano por vocación, se dedicó a las luchas para ganar fuerza, resistencia, inteligencia y habilidad, esto explica que pueda leer tan bien a los rivales, durante años de su vida eso le enseñaron a vencerlos con sus propias técnicas. Aún así era muy pequeño para ser tomado en cuenta… hasta que llegaron ellos, un equipo con nombre inspirado en una obra de Edgar Allan Poe, un equipo despojo de los cafés, un equipo recién fundado. Los Cuervos de Baltimore primero consiguieron un liniero para proteger la ofensiva, pero después se aseguraron de tener a su mariscal de campo elite, uno defensivo que leyera a los contrincantes con maestría, señalando el rumbo que llevaría la franquicia; defensa como estandarte. Primero ahorcamos al enemigo negro, luego los hacemos descender por el M&T Bank y al final emparedar al rival sobre una barrica de tacleadas y violencia insensata.
Ray Lewis se convirtió rápidamente en el estandarte de ese equipo violento, e inquebrantable, demostrando que no se necesita tener la mejor ofensiva ni ser el equipo con más puntos para ser el mejor. A los Cuervos les costó cinco temporadas llegar a la postemporada, pero en cuanto lo hicieron, se acostumbraron a vivir ahí.
En el año 2000 Edgar Allan Poe pudo haber ido a Baltimore y seguramente habría jugado a la ofensiva, su Mariscal de Campo era tan bueno como cualquier Sánchez e incluso peor que algunos García. Sus juego terrestre dependía de un novato, muy bueno, pero novato al final. Los receptores eran el mago Stokley y la boca sucia y manos finas de Shannon Sharpe, además de otros que cobraban por correr los domingos. La virtud de ese equipo fue la defensa capaz de hacer un nuevo record de puntos en contra, sólo les anotaron en promedio 10 puntos por partido, se las arreglaron para vivir cinco partidos sin una anotación ofensiva y salir airosos de dos de ellos. Lo mejor de ese año fue la magnífica postemporada que se aventó la defensa, en una de las actuaciones defensivas más sobresalientes jamás vistas, algo digno de estudio por parte de Legrand.
Su defensa permitió 23 puntos en los cuatro juegos (¡5 puntos por juego, en los playoffs!). Domaron a los Broncos que no metieron ni las pezuñas. Derrumbaron a unos Titanes gracias a un gol de campo bloqueado y a que su Rey salió inspirado esa noche de Enero. Le hicieron maldades al QB de los malosos y con el galope veloz de un ex Bronco de boca sucia llegaron hasta el súper tazón. Ya encarrerados, aplastar a los gigantes en Tampa era pan comido, la defensa humilló a unos gigantes que quedaron pequeños al ver como un cuervo les gritaba Nunca más, Nunca más.
Y después llegó la noche plutoniana para el equipo de Baltimore, dejaron ir a su Mariscal campeón, pero igual fueron dominantes, lo suficiente para vivir por años sin Mariscal, receptores o técnico, sin grandes nombres le dieron batalla a los constantes repiques provenientes de Papá en Pittsburgh. Se mantuvieran en pelea contra fieros, finos, fríos, despiadados y pletóricos Patriotas. No se dejaron maltratar por la maquinaria ofensiva que desde Indianápolis cada año se tragaba a todo rival. Mientras felinos, equinos y demás mamíferos y fuerzas de la naturaleza tenían temporadas sorprendentes con las que llegaban a la postemporada, año tras año los cuervos sobrevolaban los cielos de la americana, el Rey Luis se mantenía como el mejor defensivo sin ninguna discusión. Pero parecía que siempre algo le gritaba Nunca más. Eran dominantes, llegaban siempre a la fiesta grande, pero alguien los mandaba a casa muy temprano. Tal vez la ofensiva si fuera necesaria en este deporte.
Papá Acerero los regresó a casa apenas en su defensa del campeonato. Luego los Titanes se vengaron y les enseñaron que perder en casa duele. La pierna de Vinatieri les quitó la oportunidad de enseñarles a los Potros que Baltimore estaba bien sin ellos. Llegó la época de Flaqueza y los cuervos, ¿Cómo no? Se convirtieron en el equipo que ganaba mucho pero siempre tenía que estar de visita en la fiesta de a de veras, se hicieron dominantes fuera de casa, pero siempre estaba papá Acerero para darles sus nalgadas entre los tres ríos, o sí no ahí estaba el padrastro Peyton para que no se salieran los cuervitos del huacal, a últimas le encargaban al tío Patriota que les diera sus guamazos a los emplumados. Hasta que un día el cuervo negro y maltratado, golpeado y herido, la urraca fea de la que todos se reían regresó con su último aliento para elevarse como el más mortal de los cuervos, siempre de la mano de su propio Rey.
El Rey se sabía cansado y estaba a punto de rendirse, pensó en largarse, pero algo se lo impedía, tal vez el orgullo, tal vez la necesidad de otro anillo que lo engrandeciera, incluso pudo ser el hombre de la silla de ruedas que lo motivó. El caso es que, a lo Beckenbauer, con el brazo medio roto, se aventó a los golpes más duros contra los más duros. El rey mandó un ultimátum a sus súbditos; “O ganamos esta, o ya no ganamos conmigo”, lo dijo entre lágrimas, entre conmoción, entre fuego y sangre, y así fue como los cuervos levantaron el vuelo por la Rue Morgue, en busca no de un asesino, si no de quienes les debían tantas. Y el destino quiso que su venganza fuera perfecta.
Primero le robaron a Papá Acerero el derecho de representar a las tribus del norte en la fiesta de todas las tribus. Luego recibieron al ex equipo de Baltimore, y les enseñaron que nadie los extraña ya. El tercer paso fue el más extravagante e imposible, en un partido increíble e insospechado, con todo en contra, algo en el aire de Denver (y en la cabeza de ese esquinero) quiso que la Revancha de Poe se llevara a cabo, esa vez el héroe no fue el Rey, ni el Flaco, ni si quiera el Gran Hermano, esa noche el héroe fue un caballo tonto que brincó antes y un poco la suerte de que su padrastro Peyton fallara de nuevo. Ya con ese milagro concebido, ganarles a los Terribles tíos Patriotas era cosa de enseñarles el estilo cuervo, sin piedad, sin condescendencia, agresividad en el más puro estado. En esa ocasión la dureza le ganó al talento, el físico le ganó a la mente, la espada rebanó a la pluma y el miedo le ganó a la virtud, Poe hizo lo que quiso con Beecher Stowe y el Cuervo se apoderó de la cabaña del tío Tom.
Ya en la última nota de la venganza no estuvieron esos putos de Pittsburgh, pero sí estuvieron los gambusinos increíbles, el chico maravilla destinado por todo Dios a ser grandes, estaba el Hermano Pequeño. Todo quedaba en familia, La Casa Harbough no sería como la Usher, pero igual alguien caería. Y en ese caso los Cuervos tuvieron suerte, el frío estuvo a nada de sentir como el calor le quitaba la alegría a las lágrimas que sí o sí lloraría al final del juego Ray Lewis. El hombre a quienes los cuervos le dedicaron sus últimos juegos, el chico de oro, el cuervo principal, el único, el magnífico, el guerrero glorioso vistió de gloria otra vez a sus amados emplumados.
Brilló más que el estadio, brilló hasta sin jugar excepcionalmente, brilló como brillan las personas que son capaces de construir una franquicia sobre su espalda, brilló tanto que hizo que sus compañeros brillaran a su lado por dieciséis años, brilló tanto que le regresó la luz a un estadio que quería ver su última proeza, brilló más que los dos lombardas que tienen los cuervos en sus vitrinas, brilló como brillan los reyes, el Rey Luis, El Rey Sol.
Por que cuando alguien piensa en  Cuervos, primero piensa en Poe, luego en Hitchcock y después en Ray Lewis.
Cuando uno piensa en Americano en Baltimore piensa en Unitas, en Berry, en O´Brian y en Ray Lewis.
Pero si uno quiere pensar en el defensivo con más corazón y garra de este siglo que comienza, piensa en Ray Lewis, sólo eso, y nada más.
Como Ray Nadie, ¡Nunca más, Nunca más!

lunes, 3 de diciembre de 2012

Las Hambres del Juego.



-Preparados, cabrones, el jefe nos va a dar todo lo que queramos si sale bien – dice “El Capi” mientras yo veo hacia afuera por la ventana del auto rojo de mi camarada, la ciudad de los palacios se alza ante mí como una metrópoli inmensa en la que todas las personas viven en un mundo paralelo, caminan sin ver a nadie, apurados, ensimismados en sus propias ideas y lo que ellos consideran el conocimiento, deleznable. Nadie sospecha de un inocente automóvil de cuatro puertas, atorado en el tráfico a veces, corriendo a más de ochenta cuando da la avenida, sólo somos un punto rojo moviéndose en un mapa lleno de colores, somos una hormiga pequeña en un jardín.
Pasamos frente a la cancha de futbol Valentín Gómez Farías, un llano lleno de polvo, con gradas con capacidad para doscientos espectadores, pedazos de pasto incrustados más por la fuerza que por que ahí quisiera algo verde existir, dos porterías sin red, y un par de balones ponchados, para recordar que las ilusiones se ponchan, y se ponchan muy fácil. Yo así comencé mi historia, la serie de circunstancias que me pusieron este día, en este carro, con estas cuatro personas.

En mi casa éramos tan pobres que no podíamos ni dar las gracias, yo y mis tres hermanos tuvimos que trabajar desde los diez años para solventar los gastos que le causábamos a nuestros padres. Yo vendí chicles en un crucero transitado, también limpié vidrios y hasta la hice de payaso, con todo y mis nalgotas. Acabé la primaria y me metí a la fábrica de loza de mi madre, ahí cargaba cosas, llevaba mensajes y conocí a mi amigo el balón, un regalo del tío Lalo que no pude usar por que no había con quien, las calles eran muy inseguras y corría la leyenda de un hombre con costal que se llevaba a los niños malos en bolsas para nunca regresarlos. Pero en la fábrica me permitieron jugar, jugaba con niños y adultos más grandes que yo, pero yo aguantaba los madrazos como todo un hombrecito. Cada vez que alguien me pateaba, yo me levantaba de inmediato y seguía corriendo, aprendieron que patearme no servía de nada, por que nunca mostraba dolor, sólo un dejo de rencor que me obligaba a humillar a mi agresor. Me gané su respeto y admiración, tanto así que, al cabo de dos años, el jefe de la fábrica, El Señor Villalpando, me recomendó con sus amigos para que hiciera pruebas en un equipo profesional.
La cancha en la que me probé con otros tantos muchachos era igual a la Valentín Gómez Farías, ahí corrí, volé, finté y disparé como pocos, siempre recargado de lado derecho para hacer diagonales y meter asistencias, o disparar a puerta con un zurdazo tremendo, un extremo hecho y derecho. Los entrenadores decidieron darme una oportunidad en la filial del Atlético Lobos Negros, uno de los equipos más grandes de mi ciudad, militante de la segunda división. Ahí me encontré con viejos ídolos del futbol El Matón Pérez, La Rata Castro, El Pelón García y hasta Germán Matusalén Aguirre. Yo, un escuincle de apenas catorce años codeándome con ellos, viéndolos llegar en carros último modelo, con cada forro de mujer que me hacía envidiarlos. Era la vida que yo quería, y que estaba dispuesto a tener.

-Llegamos justo a tiempo para cazar al bastardo, después de esto el jefe me va a creer que soy chingón – dice “El Mezcal”, nuestro copiloto, mientras abrimos las puertas del carro rojo, cinco hombres con ropas oscuras, zapatos cómodos para poder correr si era necesario y una fusca cada uno, nunca se sabe cuando se armarán los plomazos en estos barrios bajos.

Mezcal y yo nos conocimos en Atlético Lobos Negros, él es tres años mayor que yo y llevó ese apodo por su fascinación por la bebida. Lo conocí antes de que debutara en el primer equipo, era como yo, un chico de arrabal, que había tenido que trabajar desde pequeño, que no tenía muchos lujos, pero quería construirle a su mamá una casa nueva, tampoco había acabado la secundaria, pero no la necesitaba, era muy listo y muy capaz. Un defensa central efectivo, alto, con visión de campo, fuerte y un poco sanguinario, que siempre se entregaba en la cancha, aún cuando llegaba crudo a algunos partidos. Nos hicimos amigos por que éramos de por la misma colonia, y luego practicábamos juntos, yo lo trataba de driblar y él me tenía que quitar la bola, era un juego muy bonito y con muchas risas, se convirtió rápido en el hermano mayor que no tuve.
Cuando cumplí dieciséis, me mandaron a debutar en la cancha contra los Zopilotes, lo hice bien, hice una asistencia en mi primer partido y robé algunos balones, recibí faltas fuertes pero aguante. Mi entrenador me felicitó y todo el equipo estuvo feliz conmigo. Llegué a mi casa para presumirles a mis hermanos y padres la noticia, y cual fue mi sorpresa al encontrar sólo a mi madre llorando desconsolada, golpeando la mesa con furia. Esa tarde mi papá se largó de la casa y se llevó a mis tres hermanos, dejando sola a mi madre, ella me dijo cosas sobre odio y apatía que no pude comprender en ese momento, y que aún ahora me cuesta trabajo entender.
Seguí jugando, y me hice una de las estrellas del equipo, con eso pagaba las deudas y otras cosas para mi madre, ella y yo nos unimos más y desde entonces siempre fue a mis partidos, y todos los goles se los dedicaba a ella.
Un día el dueño del equipo Don Ángel me habló para decirme que me buscaban unos hombres de la primera división, me dijo que lo pensara bien y me consiguió un representante, me habló de las mafias y de siempre rechazar la primera propuesta, pues ellos podían ofrecer siempre más, me dijo que se ahogaban en dinero y decidí hacerle caso. Me entrevisté con un representante del Club Europa, me ofrecieron varios miles de pesos, cuando vi el cheque casi se me salen los ojos, nunca toda mi familia junta había ganado ese dinero, pero rechacé la oferta, ellos se vieron en la necesidad de hablar con mi nuevo representante, quien dijo que podían ofrecer más, el hombre del Club Europa puso mala cara y cambió un dos por un seis al inicio de la cifra, y creo que todos quedaron contentos.
Me hicieron una fiesta de despedida con Mezcal, mezcal, tequila y otras sustancias blancas que sólo recuerdo me hicieron perderme por mucho rato. Mis amigos me cuidaron esa noche y me recomendaron acostumbrarme pues el mundo de primera estaría lleno de todas esas blancas glorias.

-Con esto sí tengo para que todo el mes la Rosa viva bien – dice “Rafita” mientras El Capi patea la puerta de una casa azul, grita buscando a unos tales Pericos, pero no escucha respuesta, repite la pregunta y nada, aunque un ruido en la cocina lo hace voltear, todos nos dirigimos hacía allá y se nos recibe con balazos, no alcanzan a darme,  pero noto que alguien grita de dolor, no lo reconozco entre la oscuridad, escucho como atronadores balazos rugen de mi lado de la línea de fuego, prendo la luz de la cocina y por fin veo claro qué pasa.

En el Club Europa me volví a juntar con grandes figuras del futbol, yo un miserable niño de barrio jugando en uno de los estadios más emblemáticos del mundo, piso el césped que alguna vez D10S utilizó para escribir el poema futbolístico más bello jamás escrito. Tiro hacia la misma portería que Un Rey inmortalizó con un cabezazo. Mis pies recorren la cancha donde se jugó el mejor partido de todos los tiempos y los espíritus de aquella volea desde fuera del área que nos dio como país nuestro máximo avance en mundiales me recorren y susurran en mi oído.
Hubo fiestas, y muchos goles, nos metimos en la liguilla en cuatro de seis torneos, en ninguno campeonamos, pero sí perdimos una final dolorosísima contra el rival odiado, Las Vacas de Occidente. Yo siempre lo dí todo, pero algunas veces la frustración me ganaba, fui regañado y separado del club varias veces por no estar de acuerdo con el técnico, pero a veces sí se pasaba de pendejo con sus formaciones, con su obstinación en defender el golecito. ¡Carajo! Que es futbol y yo soy delantero, me gusta driblar, para patear están los defensas, yo quiero correr y anotar, quiero despedazarlos mientras aún tengamos el cuchillo por el mango.
Aún así, la afición siempre me quiso, me pedían autógrafos, me dejaban puras chuladas en mis redes sociales, coreaban mi apodo, yo sabía que me adoraban, y por eso me mantuve ahí a pesar de ofertas de otros clubes norteños, yo era fiel a Club Europa. Además, me dieron mucho, le construí su casa a mi mamá, le puse su negocio de quesadillas, y le compré su carro, yo también me conseguí uno, una novia muy hermosa, artista de la televisión, de cuerpo divino y cara aceptable, tirársela era tirarse a las diosas.
Un día invité a mi mamá a pasear por la capital, comimos en uno de esos restaurantes caros, de los que te cobran hasta los cubiertos, fuimos a un cine con asientos de piel y cenamos tacos de suadero, de trompa y al pastor, una recomendación de mi madre para nunca perder la humildad, recordar que lo más sabroso no es necesariamente lo más caro. Llegamos a la casa y ahí estaba mi padre, junto a uno de mis hermanos, me habían visto en la tele y querían disculparse por haber escapado así como así, dijo que no lo volvería a hacer y yo no pude creerle, el olor a alcohol que invadía su cuerpo me hacía dudar, no quería ni abrazarlo, le pedí que se fuera, y el me respondió que yo era un mal hijo y ojalá nunca se hubiera cogido a mi madre y nunca hubiera nacido, mi madre respondió, se quisieron pegar y mi hermano y yo los separamos, yo le dije que no era mi padre, pero que mis hermanos, cuando quisieran, fueran a verme. El mayor después de mí hizo caso y se fue a vivir conmigo a los pocos días, él y su novia, que estaba embarazada de seis meses. Yo tenía veintidós años y un futuro resuelto, era la promesa joven del futbol y algunos hombres en los clubes más grandes del mundo hablaban con el dueño del Club Europa para hacerse de mis servicios.
Todo el mundo me sonreía, la selección menor quería mis servicios, ganaba dinero por hacer lo mejor del mundo, tenía bien a mi madre, a mi novia y a mi hermano, era realidad el sueño de un niño que alguna vez agarró un balón.

-¡Le diste a mi hermano, hijo de la chingada, ahora sí ya te cargó la verga! – grita “El Pato” mientras dispara, Rafita está en el suelo, lleno de sangre, su posición es extraña, muy atípica, señal de que acaba de morir. El Capi se retuerce de dolor y se toma la pierna, yo corro detrás de Pato para que no le pase nada, veo un cuerpo desconocido tirado en el suelo, ensangrentado, corro y trato de eliminar todas las imágenes feas de mi cabeza, por fin encuentro a Pato, está en el cuarto de baño, apuntando con su pistola a la cabeza de algún pobre bastardo, el bastardo llora, su nariz hinchada me indica que es el Perico, sigue llorando, implora de rodillas, me voltea a ver y me pide que le ayude, que siempre fue mi fan, yo veo el dolor en sus ojos.
Dolor como el que yo sentí a mis veintitrés años, cuando con una barrida brava de Mezcal me rompió los meniscos de la rodilla izquierda, su expresión se parece a la que yo tuve ese día, el día en que lloré, y vi todo mi mundo irse al carajo. Lloré, me tiré al suelo, y el árbitro sólo marcó falta. Mi rodilla se dobló completamente para atrás y no hubo amarilla para mi agresor. Mi carrera como futbolista se había truncado de repente, y nadie bajó a ayudarme, ni mi padre, ni el técnico, ni los visores de otro continente ni el dueño del Club Europa, ni Mezcal. Él sólo me dijo que había sido legal, que había llegado primero al balón y luego me chocó por accidente, yo traté de creerle, pero algo dentro de mí, sobre todo dentro de él me hizo creer lo contrario.
¿Por qué debería ayudarle yo al Perico? ¿Por qué yo sí debía ser diferente cuando el mundo del futbol al que le dí tanto no me dio nada? A mí, me mandaron con un doctor inepto que me lesionó más en vez de curarme, me dejaron de pagar, me despidieron del club pasándose por los huevos los acuerdos que firmamos antes, me dejaron a mi suerte, se deslindaron, buscaron otra estrella, otro gran extremo, contrataron a Mezcal, hasta que este se retiró por problemas de alcoholismo.
¿Por qué yo sí debo aceptar su llanto y darle una segunda oportunidad a alguien, si yo mismo no la tuve? ¿Por qué él merecía una oportunidad más que yo? Yo tuve que renunciar a mi novia hermosa que me dejó por otra estrellita de televisión, a mi carro, a mi casa, al cariño de mi hermano. Regresé a la vida normal, trabajando en el puesto de quesadillas de mi madre, viendo en la tele partidos del Club Europa y dando unos cuantos autógrafos. Yo vi a mi madre enfermar de cáncer en los riñones, yo la vi caer y yo fui quien le prometió que le pagaría las radioterapias y las quimios, no él.
-¿Por qué yo tendría piedad de ti? ¿Por qué tus lágrimas valen más que las mías que lo tuve todo y se me fue al carajo? Yo no responderé a tus lágrimas, como nadie respondió a las mías – entra Mezcal en la habitación, nos dice que el Capi estaba malherido y que había escuchado sirenas cerca de ahí –. Estás solo como yo lo estuve, tú no me apoyaste, ni tú – ahora dirijo mi pistola a la cabeza de Mezcal, el hijo de puta que se llevó mi vida cuando éramos amigos. Pato trata de calmarme, mientras el Perico sigue llorando.

Yo conocí a Pato un día en el puesto de quesadillas de mi madre, era amigo de mi hermano, un licenciado en Letras por la Universidad Nacional, no había encontrado de qué trabajar, a pesar de ser más listo que cualquier ser humano que yo conociera, me ofreció unos cuantos trabajos, todos eran de entregar y recoger dinero y mercancía en barrios bajos, él y su hermano Rafita siempre fueron los líderes de nuestro grupo. Era tan listo que decía que un hombre no necesita conocer el hambre para saber que duele, pero que conocer ese dolor te hacía nunca querer volver a sentirlo, y hacer cualquier cosa para alejarlo. Por eso trabajábamos todos, no por que nos faltara alimento, gracias a Dios siempre lo tuvimos, era el miedo a sentirse sin nada, a sentirse mediocre y falto de lujos, de reconocimiento, de recursos, sentirse hambriento.
Un día nos ofreció un trabajo más extremo: llevarle al jefe al mismísimo Perico. Yo jalé a Mezcal y fuimos, yo no sabía que se pondría tan violento el asunto, yo no esperaba que nos emboscaran, o que la policía llegaría, yo no esperaba que mis recuerdos me traicionaran y me hicieran odiar a Mezcal, yo no esperaba disparar en su cabeza, ni esperaba que Rafita muriera, yo no esperaba la reacción de Pato, quien se echó a correr, dejándome a mí con un Perico lloroso, un Capi herido y un arma homicida en la mano, apuntando al infinito, igual que mi mirada. Yo no esperaba que el futbol me diera tanto, y que me quitara aún más, yo no esperaba que mi madre enfermara gravemente, yo no esperaba estar ahí.

-¿Es usted Adrián “La Maravilla” Parra que jugó en el Club Europa? – me pregunta un policía mientras entro a su patrulla. El operativo fue un éxito, lograron detener aún con vida a tres peligrosos narcotraficantes, además de matar a otros cinco, sin daños a las fuerzas policiales, diría al día siguiente el diario, seguramente.
-Sí.
-¿Me da su autógrafo? – accedo, le autografío la playera a un policía, sonrío, pensando que arriba, alguien se burla demasiado de mí y de mi hambre de éxito y que futbol dejaba algo bueno al final.
Pienso en mi madre y donde quiera que esté, espero que me perdone, tuve hambre, varias hambres, hambres que el juego me causó y no llenó.

martes, 9 de octubre de 2012

Jaques vs Jeques



Juan nació en Alicante, Abdullah nació en Doha. Juan siempre soñó con ser un futbolista profesional, Abdullah prefería jugar al banquero. Juan tuvo que trabajar desde niño para comer, Abdullah siempre tuvo a su disposición los manjares más ricos del Medio Oriente. Abdullah nació en una casa real, Juan lo hizo en una casa realmente pobre. Abdullah siempre ha tenido mucho cabello, Juan se queda más calvo cada día. Juan adora el ajedrez, Abdullah tiene fascinación por el dinero.
Dos entes dispares, unidos por alguna razón extraterrenal para darnos durante 37 jornadas la mejor competencia de la Liga 2011/2012. El último puesto de Champions.

Abdullah ben Nasser Al Thani fue concebido como parte de la realeza Qatarí, heredero de grandísimas fortunas y un poderoso apellido. Conocía el desierto y la arena, pero no tenía idea de lo que era pasar una noche a la intemperie. Tenía camellos a montones, pero nunca necesitó de uno para subsistir, sólo eran sus mascotas de lujo con las que a veces paseaba entre los plebeyos que hacían reverencia ante un Al Thani. Era un chico listo, despierto y apasionado, una buena combinación cuando además eres de la realeza.
Su amor por el futbol era algo difícil de explicar en un país tan ajeno a este deporte, pero él siempre veía los partidos de su amado Al Rayyan. Consciente de que la realeza y los deportes vulgares no se mezclaban, nunca intentó jugar al fútbol, a cambio, iba al palco privado del equipo cada dos semanas a apoyar, siempre enfundado en su camisa negra y roja. Tuvo que soportar por años ver al Al-Sadd levantar la copa una y otra vez, por lo mismo, disfrutó enormemente de cada una de las copas de sus amados leones.
Creció, aprendió, estudió como generar aún más dinero y se hizo de sus propios millones, su primer capricho fue un potro blanco, salvaje, hermoso, veloz como pocos, acostumbraba montarlo cinco veces a la semana. A éste caballo, llamado Luna por el gran brillo blanco que emitía en la oscuridad del desierto, le siguieron otros diez, y luego más de cincuenta, algunos los dejaba libres, otros los mantenía cerca, otros los regalaba a sus familiares, pero jamás abandonó a Luna, y el día que éste por la edad tuvo que decir adiós, lo enterró en la arena, y le mandó a hacer una estatua, la cual aún se conserva en el patio de una de sus decenas de casas por el mundo.
Adorador del futbol se hizo miembro honorario de sus amados leones, además de coleccionar carros caros y caballos, coleccionaba aficiones deportivas, un hombre plagado de éxito desde su nacimiento. Cuando se es jeque, es fácil tener éxito.

Juan Ignacio Martínez no tuvo tanta suerte a la hora de nacer, no le tocó ser parte de la familia real, ni hijo de grandes empresarios, en su familia no había futbolistas o artistas de abolengo, y por si fuera poco, era un Juan Martínez, nombre con el cual es difícil sobresalir. Tuvo que ir desde pequeño a la playa a venderles a los turistas algunas ediciones pasadas del diario de la Comunidad Valenciana, pulseras azulgranas y cerillas para las famosas Hogueras.
A sus quince años se dio cuenta de que no quería pasar toda su vida vendiendo cosas en la tienda de su padre, y en la escuela nunca destacó, así que optó por explotar lo que él consideraba su talento natural: el futbol. Soñaba con ser el Lateral izquierdo del Valencia y arrebatarle títulos al Madrid, al Barcelona y al Athletic. Todo esto nunca sucedió, pues sus habilidades en la cancha nunca fueron demasiado destacadas, los técnicos no apreciaban su visión de campo, su talento natural para robar el balón y su eficiente memoria para la táctica.
A los treinta años decidió ponerle fina su carrera llena de decepciones, donde nunca llegó a jugar en segunda división si quiera, su adorado Valencia nunca lo volteó a ver, y pasó la mayor parte de su carrera con el equipo local de Alicante. Sus cualidades más grandes estaban en su cabeza, y pronto decidió hacerse técnico. Debutó, donde si no, en el Alicante FC, donde tampoco fue valorado ni exitoso. Probó suerte desde Torrevieja hasta Cartagena, incluso se probó con equipos de mujeres, sin llegar a cuajar nunca un resultado positivo, sin pasar de ser un entrenador mediocre y sin capacidad, su estrella estaba en su contra, JIM devaluaba su nombre con cada equipo que dirigía, se convertía rápidamente en el técnico maldecido a no poder ascender jamás a sus equipos.
Condenado a ser un simple “ajedrecero” que sabía mover las piezas y sabía para que servían,  hacía muchos jaques, pero era incapaz de elaborar un ataque eficiente que diera mate, una defensa impenetrable que hiciera al rival romperse la cabeza. Sólo sabía mover las piezas, no era un ajedrecista.

En 2009 Abdullah conducía su Ferrari nuevo, color blanco en honor a Luna, por una costa andaluza cuando vio un estadio que lo dejó impactado. La Rosaleda y su impactante arquitectura lo dejaron boquiabierto, una oda al buen gusto, una construcción sublime, plantada a pocos kilómetros de una costa con cristalino mar, el mar que tanto añoraba en su desértica casa de Qatar. Vio el estadio y de inmediato preguntó quien jugaba ahí, cuando le respondieron “El Málaga, sheik” Abdullah comenzó a reír, sorprendido por la ironía de ponerle a un equipo el mismo nombre que la ciudad.
De inmediato se puso en contacto con un tal Fernando Sanz, quien le prometió hablarle de regreso, la llamada tardó más de lo esperado, pero Abdullah tenía tiempo para esperar, unos cuantos procesos legales, otras cuantas cenas en lugares caros, un par de visitas al estadio y todo estaba cerrado, el hombre de Qatar se convertía en el primer jeque en poseer un equipo de futbol en la tierra de los toros y el flamenco. En la Andalucía que alguna vez dominaron los moros, ahora comenzaba su posible imperio deportivo un jeque musulmán.
Inició su gestión deportiva como empresario del Medio Oriente, negándose a aceptar negativas como respuestas. Compró a la joya más grande de Venezuela, a una eterna promesa argentina del Bayern” y a un arquitecto chileno de lujo, despreciado por los merengues, ideal para darle forma al proyecto y crear un equipo inolvidable. La primera temporada no fue nada extraordinario, el equipo caminaba y ya, sólo eso, no destacó, no impresionó a nadie, pero dio avisos de un gran potencial. Abdullah volvió a abrir la chequera, se puso una palomita en su vestuario y bajo la consigna de “Educación ciencia y cultura” se prepararon para una temporada inolvidable, no sin antes hacerse de los servicios de Van Gol, de un francés infalible con corazón de “Lyon”, y por si fuera poco, se compro a un Santo apellidado Cazorla. Todo en la mesa para una temporada fantástica, para competirles al Valencia, al Atlético, al Sevilla y al Athletic un puesto de Liga de Campeones, a ellos, y nada más. Cuando se es jeque, es fácil especular

Juan tomó un taxi en Cartagena con dirección al estadio Cartagonova, donde había tenido sus resultados menos malos, habló con el presidente del equipo y tomó su última oportunidad de brillar en el futbol, era con el Cartagena FC, un equipo de segunda división, un equipo nuevo, con afición leal, un equipo sin figuras, pero con corazón, un equipo casi invisible para un técnico más que invisible.
Convirtió al Cartagena en un gran contendiente de la segunda división, llevándolo casi al ascenso en su primer año, pero fallando de nuevo a la hora buena, Las estrellas recordaron quien era JIM. Tuvo otra temporada, se convirtió en el DT histórico del club, habiéndolo dirigido más veces que nadie. Y eso le valió para ser contratado en Primera. Fue un equipo valenciano de convocatoria, pero no fue su amado Valencia, si no el murciélago pequeño y granota. Sonrió al recordar las pulseras azulgranas que hacía de pequeño cuando el presidente del Levante UD le abrió las puertas para su primera función en Primera, con un equipo pequeño, muy pequeño, sencillo y humilde, un equipo nacido para ser de Segunda y que disfrutaba cada temporada en primera como un logro inaudito, y casi irrepetible, y tampoco estaban tan equivocados, ver al Levante en primera era un espectáculo difícil de presenciar en más de cien años.
Lo que le pidieron era una tarea por demás complicada, mantener al equipo en primera por más de dos temporadas seguidas, más si se toma en cuenta que las armas que tenía para hacerlo eran jugadores más cerca del geriátrico que de sus mejores épocas.
Encaró ese reto con una calma heredada por su padre, y con la mayor inteligencia posible, su equipo carecía de jugadores de menos de veinticinco, pero estaba lleno de corazón, de coraje y de experiencia. No había un Caicedo, pero había un Koné. Juan sacó su tablero de ajedrez, guardó un caballo negro en su bolsa izquierda como cábala  para la suerte y comenzó a dirigir al Levante, dispuesto a hacer historia de la buena, pero sobre todo, a demostrar que no era un simple movedor de piezas, quería demostrar que sabía hacer Jaques, y terminar con Mates.

JIM comenzó titubeante, como todos esperaban, nada fuera de lo normal hasta que pudo saborear el quitarle un triunfo cantado al Real Madrid, al poderoso equipo blanco cien veces más caro que el humilde Levante. El Ciutat de Valencia fue testigo de la prodigiosa hazaña, que dejó a todos llorando de la emoción, alegres y satisfechos, un poco ilusionados en que el descenso estaba lejos, nada los hubiera preparado para lo que sucedería mes y medio después.
El 23 de Octubre del 2011 pasó algo, quizá los astros se volvieron a juntar, o tal vez, un poco de suerte no le hace daño a nadie, posiblemente ese día la vida le regresó a Juan todo lo que le había quitado, o hasta puede que Juan Ignacio Martínez después de todo sí nació como un gran técnico, capaz de lo imposible. El caso es que al finalizar el partido en El Madrigal, el Levante estaba como líder en puntos, en solitario, por encima del Real Madrid multimillonario, El Barcelona mejor equipo del mundo, El equipo poderoso de la ciudad, y el “PetroMálaga”. Todos ellos viendo hacia arriba al poderoso Levante, líder provisional de la Liga. Algo jamás pensado, un equipo viejo y lleno de desechos de los demás equipos, un equipo que en segunda figuraba a medias, ahora en la punta de primera, rompiendo esquemas y riéndose en la cara de todos aquellos que nunca creyeron en su corazón y talento. No conforme JIM y su caballo negro bien guardado en la bolsa izquierda del pantalón, llevaron ese liderato invicto al Ciutat de Valencia, para presumirlo ante su público y engalanarlo con un regreso increíble en los últimos diez minutos.
23 puntos de 27 posibles, miles de sueños Levantinos hechos realidad. Abuelos, niños, padres e hijos, gente sabia y pregoneros se abrazaron esa semana, tuvieron toda una semana para presumir por la calle su súper liderato, sus sonrisas regresaron y el futbol vivió en Valencia un ensueño, no importaba perder el derby o tres en fila, Levante tenía una fiesta granota y grandota, una fiesta que jamás olvidarían y que si bien duró poco, será eterna en las memorias de quienes tuvieron la fortuna de verla.
JIM aprendió como usar a sus piezas de manera perfecta; Ghezzal, Iborra y Valdo como sus rápidos alfiles, creando diagonales implacables que desconcertaban a las defensas. Con contundentes torres en las figuras de Koné y Barkero, hechos para recorridos rápidos y para amenazar defensas a gran distancia. Con un hombre polivalente como Juanlu, que podía hacer de todo en el campo y moverse con la libertad de una reina. Sin olvidar jamás la fiabilidad y sorpresa de sus Caballos Ballesteros, Farinós y Venta sorpresivos en el gol, y armas defensivas de primera. Incluso con peones como Del Horno, Suárez y Serrano moviéndose poco, pero estorbando. Un gran equipo a pesar de que su rey, Munúa, a veces saliera de la zona y se arriesgara a ser cazado.
Pero lo más importante, siempre fueron los jaques asfixiantes de JIM, como obligaba al equipo contrario a cambiar su esquema ante las interminables amenazas de sus piezas, como los mantenía en vilo, como su defensa impenetrable obligaba a descuidar la parte trasera a sus contrincantes, haciéndolos presa fácil de alguna movida rápida y asesina, un jaque impedidor, que se convertía pronto en Mate.
Luego el Levante regresó un poco a su realidad, aunque no se resignó jamás, salvó el descenso con varias jornadas de anticipación y fue de los dos equipos de “la otra liga” que encaró al nuevo rico con gallardía, sin sucumbir ante la presión, no se sentían revelación, el Levante era la realidad, luchando con todo por un puesto de Campeones. Así hasta el final, en que sólo tres puntos separaron al Málaga de los Granotas, tres puntos que se perdieron alguna vez, en el Ciutat de Valencia, hasta el final en el que los petrodólares y la mala suerte vencieron al corazón infinito del Levante, o eso parecía.

Abdullah persiguió de cerca al eterno tercero Valencia, sin tener cuidado en el otro equipo de la ciudad, al otro equipo azulgrana, hasta que éste equipo sorprendió a medio mundo quedándose con la punta impensada, algo que ni todos sus millones de jeque pudieron comprar. Peor aún, a media temporada él estaba en el limbo de la media tabla mientras ese insolente equipo de viejos y de pocos millones de euros se mantenía en Europa, ese equipo imitación del Barcelona que los había derrotado hace tiempo, Abdullah se lo tomó personal y comenzó a exigir resultados, sobrecargó a sus jugadores y los hizo mejores. Los convirtió en poderosas máquinas implacables, peleando codo a codo con el equipo pobre del Levante, uno perdía, el otro también, uno goleaba y el otro hacía lo propio, parecían espejo uno del otro, ambos babeando y peleando por un codiciado puesto en Champions.
Su Málaga hizo apenas lo necesario para ir a repesca de su adorada orejona, sin usar a su delantero holandés pero haciendo a un súper Santi, La campaña histórica del Málaga se había producido, entraban por primera vez a la Liga de Campeones y la sonrisa de Abdullah lo decía todo. Se volvieron la nueva arma del futbol español, la sensación, el equipo humilde convertido en grande que le daba a su afición una gran alegría. El jeque demostró que el dinero en el deporte, ayuda bastante. Cuando se es jeque, es fácil ganarle a los pobres.

Al final de 37 jornadas de maravilla para JIM, parecía que su sueño se rompía, la magia gitana que brilló en la semana que fueron líderes parecía cobrarle ahora intereses elevadísimos a un Levante que no lo merecía. Derrotas increíbles, empates inmerecidos, goles imaginarios de los rivales, penales inventados, fueras de lugar inexistentes y postes que parecían moverse condenaban a la mejor temporada en la historia Granota a terminar sin la cereza de la clasificación europea, se estaba lejos de la Champions, muy lejos, pero aún era posible, de menos, una Liga Europea. Y entonces volvió la magia de Juan, recordó su buena estrella recién heredada y se olvidó de maldiciones, de hechizos gitanos o de ser un Juan Martínez, tomó el mando de un equipo que vive cada año en Primera una temporada histórica, por que en el Levante UD no existen campañas gloriosas o recuerdos infinitos, ahí existe el presente, el presente es la época de oro para un equipo que carece de glorias pasadas o de mucha perspectiva de futuro. Cada día es un día más de gloria para el Levante, y Juan se los recordó, se olvidaron de presiones y volvieron a jugar como aquel 23 de Octubre, antes que la presión y la prensa los devorara, aplastaron a un histórico Athletic y consiguieron una campaña de primera, y no sólo eso, consiguieron una campaña de fantasía Europea. Aprendió a mover sus piezas y el futbol y el ajedrez por fin lo reconocieron, genio de la dirección técnica, un gran Ajedrecista.

Ahora comenzó una nueva temporada, con victoria de los ricos, quienes parecen encaminarse a otra temporada más allá de lo natural, una gran campaña con puestos de Liga de Campeones patrocinados por el arquitecto y por Abdullah, aunque sea a la distancia..
Por otro lado, el equipo Levantino, de la mano de JIM, tiene muy difícil la misión de repetir su campaña europea, si vuelven a salvar el descenso habrán hecho demasiado y Juanito Ignacio merecerá una estatua afuera del estadio del Levante, por ser el héroe más destacado de su larga pero trágica historia, sobre todo ahora que su equipo fue desmantelado de nuevo. Ya no tiene a un par de alfiles, se le fue un caballo y le cambiaron unos peones, además de su gran torre Koné. Pero el Levante no se rinde, y el Ciutat de Valencia sigue siendo un campo intratable, donde nadie ha ganado aún y el Atlético apenas rescató un puntito, el tablero de ajedrez más grande que ha tenido Juan, ahí intercambia a Ghezzal por Ríos, a Valdo por Gekas. Tiene nuevos caballos, cumplidores y hasta más rápidos, son Pape Diop y Míchel. Sus nuevos peones, Lell y Dudka, igual no se moverán mucho, pero son una amenaza constante y se escalonan como pocos. La reina Juanlu sigue ahí y el Rey Munúa ya es más precavido. La mejor pieza nueva es la Torre Martins, que pronto ha dejado atrás la sombra de Koné.
Tres puntos después de todo no son tantos, menos en Europa, porque mientras uno se enfrenta a lo que queda de un alguna vez gigante de Europa, a un gigante de un país pequeño y a otro nuevo rico encabezado por Hulk, el otro pelea con la sensación de la Eredivisie, un eterno de la Bundesliga y un equipo querido en Suecia. Grupos semejantes para equipos dispares, pero con calidad de sobra. El Málaga tiene la oportunidad de enfrentarse a la Juve, al Bayern y al Manchester. Pero el Levante se puede enfrenar al Inter, al Liverpool o al Lyon.
Abdullah es un jeque que hizo exitoso a su equipo a billetazos, mientras que Juan es un hombre común, con habilidad para el ajedrez, que hizo a su equipo un inolvidable a punta de gran juego, gran futbol y un coraje que no se acaba nunca. Uno compró a un grandioso “PetroMálaga” mientras que otro inventó al inolvidable “Euro Levante.”

A Juan le gusta el Ajedrez y sigue siendo un gran ajedrecista, además ser ya legendario en Levante, Abdullah sigue siendo un jeque. Cuando se es jeque, es difícil ser una leyenda deportiva.